Medicina natural, actualidad y economía

Alberto Moreira Recchione el académico de grandes valores, un insigne defensor de la cultura ecuestre

Haré referencia en esta oportunidad a cómo conocí a Alberto Moreira y las diferentes actividades académicas que me correspondió desarrollar con él. Como también tocar otros aspectos de nuestras relaciones.

Fue en los primeros años de los 90 que el distinguido académico, Eduardo Porte Fernández, Ingeniero Agrónomo, me plantea, cuando yo era decano de la Facultad de Ciencias Agraria y Forestales de la Universidad de Chile, la posibilidad de que llevemos adelante un amplio campo de acción en materias ecuestres, especialmente en los aspectos culturales. La iniciativa nació de la amistad y del mutuo aprecio que se tenían esos dos académicos, Porte y Moreira.

Eduardo Porte dio su vida a la Universidad en sus diferentes tareas académicas relacionadas con actividades ganaderas y, en especial, con las ligadas a los temas ecuestres. Las inició a mediados de los años 50 en la antigua Hacienda Rinconada de Maipú, en la Estación Experimental que la Universidad de Chile la que pasó a denominarse «Profesor Germán Greve Silva», en honor a tan insigne Ingeniero Agrónomo y Médico Veterinario, ex Decano, promotor de la compra de ese predio por la Universidad de Chile. Propiedad de casi 2 mil hectáreas que está ubicada al poniente de la Comuna de Maipú. Fue el Senado de la República en un homenaje que se le rindió después de su muerte, el que solicitó a la Universidad de Chile este nuevo nombre.

Daría para mucho el presentar la amplia obra de Porte, no es el momento de hacerlo, pero es necesario destacar por lo menos algunas de sus grandes acciones. Fue uno de los iniciadores de la introducción en Chile del ganado vacuno de la raza Hereford que tanta importancia ha tenido para el país; experimentó con ese ganado creando uno de los planteles nacionales de reproducción más importantes de esta raza. La presencia del ganado de nuestra universidad fue distinguida con importantes premios en la exposiciones ganaderas. También Porte tuvo una dedicación relevante al tema equino, desarrollando un valioso plantel de caballares chilenos de un tipo especial; también se preocupó de equinos de trabajo de la raza Belga. Desgraciadamente gran parte de su obra después se fue destruyendo, por complejas causas, especialmente por la presión creciente al autofinanciamiento de la Universidad, que tanto daño ha ocasionado a nuestra gran Casa de Estudios y a la forzada transformación del alumno en «cliente».

La Hacienda Rinconada en el pasado era una importante productora de trigo y de ganado vacuno y ovino, también tuvo extensas superficies de frutales y también viñedos. Fue importante su lechería. Tiene además una planta elaboradora de licores, continuadora de la que la Facultad poseía en la Quinta Normal. Dispon de amplios terrenos planos con gran diversidad de suelos, con laderas montañosas y con una riqueza en ya obsoletas obras hidráulicas promovidas por quien fuera ese gran profesor de hidráulica agrícola, el Ingeniero Fernando Juliet Izquierdo. La Hacienda era un verdadero laboratorio práctico de infraestructuras hidráulicas; sistemas de elevación de aguas, largos canales a dos alturas, cada uno finalizando en distinto tranque terminal. Varios otros embalses menores y sistemas especiales de marcos partidores existían en la Hacienda. También se captaron aguas subterráneas. Sus aguas de riego provenían principalmente del Zanjón de la Aguada, las que cruzaban en altura al río Mapocho, por una gran canoa. Éstas llegaban inicialmente con predominio de contaminaciones orgánicas, las que paulatinamente se fueron transformando en más tóxicas por residuos industriales. En el interior de la Hacienda se encuentra la famosa Quebrada de la Plata, que llegó a ser considerada con condiciones para ser declarada Santuario de la Naturaleza, por su riqueza biológica; lamentablemente la Universidad bajo la larga rectoría de Luis Riveros no quiso hacer la solicitud formal para concretar esa calificación, a pesar de los esfuerzos realizados por muchas personalidades universitarias y políticas.

Conocí esta gran Hacienda en el año 1950, cuando su administrador, que dejó muy gratos recuerdos, era el Ingeniero Agrónomo Raúl López Rojas; la visité por primera vez en plena faena de trilla.

Recuerdo que conocí a Alberto Moreira, cuando yo siendo decano, en un almuerzo que tuvimos con Porte en el Casino de la entonces Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales. A partir de ahí se estableció para mí una permanente amistad con Alberto que perduró hasta su muerte, en el 2007. Desde un comienzo me percaté de sus grandes valores humanos y académicos, de sus amplísimos conocimientos de la cultura ecuestre y de su vocación de todo entregarlo a la sociedad. Muchas cosas de las que él trasmitía se me quedaron grabadas; cómo defendía el trato suave y sabio al animal, para llegar a domarlo a base de la confianza que se ganaba y de las caricias. Recuerdo cuando contó cómo Napoleón destruyó n la Península al caballar español, castrando a todos los potros y cómo la Madre Patria recuperó su raza original a partir de lo que existía en Chile, el caballo chileno.

Asocié esto a lo que le sucediera después a Francia, cuando la filoxera, tremenda plaga, destruyera a todos su viñedos y el país galo lo repoblara con sus nobles cepas originarias traídas desde Chile, donde se les cultivaba con tanta atención.

Recuerdo cuando se le invitó a Salamanca, con motivo de la celebración de los quinientos años del descubrimiento de América por los españoles, con toda una representación ecuestre, de jinetes y caballares. El Decano Haramoto de Arquitectura pidió mi respaldo como decano de Ciencias Agrarias y Forestales para dar más justificación al permiso a ese viaje por su Facultad. El respaldo de Ciencias Agrarias y Forestales era necesarios, ya que para no pocos esas actividades culturales ecuestres eran ajenas a Arquitectura; en toda la Universidad se dan en algunos posiciones negativas extremas, son las llamadas a veces «excelencias académicas del especialista» que se enfrentan a otros que piensan que son importantes las visiones más amplias, la amplitud del quehacer del académico y la necesidad de no sólo tener «excelencia» , sino que también «amplia cultura, tolerancia y especialmente sabiduría».

Me ha parecido conveniente transcribir algo de lo que se ha escrito sobre ese viaje captado de Internet.

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«Luis Iván Muñoz, vicepresidente de la Federación de Criadores de Caballos Chileno, recordó la importancia de Moreira en conversación con Caballoyrodeo.cl. «

«Es una gran pérdida para el mundo de las tradiciones porque Alberto Moreira fue un hombre incondicional, políticamente era un hombre de izquierda, y lo digo porque en el mundo del caballo no hacemos distinciones, y él fue un tremendo aporte cuando vinieron los momentos difíciles en nuestro país, cuando estuvo tan polarizado entre derechas e izquierdas, Alberto Moreira siempre privilegió el mundo de las tradiciones, del caballo e hizo sus más leales esfuerzos para cuidar lo nuestro», arrancó Muñoz.»

«El abogado recuerda un momento estelar ocurrido en 1992: «Alberto siempre fue un gran aporte en todo lo que se realizaba con algún tema cultural que nos preocupara. Siempre lo hizo de manera incondicional. Por ejemplo, cuando fuimos a España a celebrar los 500 años del Descubrimiento de América teníamos los caballos y los jinetes, pero nos faltaba algo importante como era el carácter cultural del viaje y ahí llamamos a Alberto Moreira».

«De inmediato tomó contacto con la universidad de Salamanca, una de las más antiguas del mundo, y logró establecer un trabajo en conjunto de seminarios que se dieron a través de la Universidad de Chile, donde fue profesor de la Facultad de Arquitectura, y la Universidad de Salamanca, donde fuimos recibidos 50 jinetes y alrededor de 14 artesanos que llevamos. Fue un viaje muy cultural gracias al apoyo y esfuerzo de Alberto Moreira», añadió.

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En esta narración se le menciona como un hombre de izquierda; lo era o lo fue, pero se reveló cuando en el Gobierno de Allende pudo palpar el desorden y la indisciplina que se producían en las empresa estatales y en las intervenidas y las deficiencias resultantes.

Moreira fue por muchos años arquitecto de IANSA(Industria Azucarera Nacional SA); yo también tuve ligado a ella desde mi trabajo en CORFO. Ambos apreciábamos mucho a esta empresa estatal que introdujo el cultivo de la remolacha azucarera y que tanto aportó al desarrollo regional, a la agricultura y a la ganadería nacional. Siempre fue un arquitecto muy relacionado con la agricultura chilena.

Llegamos a la idea de crear un Centro universitario, que se le denominó Centro Ecuestre Cultural de la Universidad d Chile, constituido legalmente por acuerdo del Consejo de la Facultad y el respaldo del entonces rector, doctor Jaime Lavados. Con el aporte de las dos Facultades, la de Arquitectura y Urbanismo y la de Ciencias Agrarias y Forestales, se preparó un interesante anteproyecto, bajo la dirección del Profesor Moreira.

Contemplaba dos grandes pistas, una para equitación y otra para rodeo. Además de un picadero y de un conjunto de pesebreras. Se pretendía tener un gran cuerpo central, de dos pisos, estilo colonial, donde se aspiraba desarrollar la sede social del centro, tener varias salas y llegar a constituir un museo; además se pensaba que el Ballet Antumapu podría tener ahí una de sus sedes importantes; el proyecto se ubicaría dentro de la gran área deportiva de Antumapu. La Facultad destinó los terrenos. Se tomó posesión de ellos y se hicieron plantaciones de árboles y arbustos. Debe todavía existir una interesante maqueta de la obra proyectada.

Alberto Moreira creó el logo de nuestro Centro, la U con un caballo que aparece saltando. Nos regaló material de secretaría con el encabezamiento del Centro y los logos de la Universidad y el ecustre. Alberto era un gran dibujante, un verdadero artista.

Desgraciadamente el proyecto no logró prosperar como para alcanzar las metas deseadas, pero se espera que en algún momento futuro esto se reactive. Ojalá que la Universidad decida en algún momento ponerle a ese centro el nombre de Alberto Moreira R.

El Centro quedó legalizado cuando yo ya terminaba el periodo de decano. La intención que teníamos con Moreira fue que el Centro tuviera como Director a Eduardo Porte, pero él no quiso aceptar esta responsabilidad, ya empezaba a desanimarse por la situación que enfrentaban sus líneas de trabajo. Tuve que aceptar la Dirección del Centro por varios años. Logramos establecer cursos de equitación para los alumnos, gracias a la colaboración del Ejercito, en particular del Haras Nacional. Estos cursos eran reconocidos oficialmente con créditos para algunas carreras de la Universidad. Se consiguió una importante colaboración de varios alumnos y algunos ofrecimientos de apoyo material de terceros; pero nunca pudimos constituir una masa de recursos humanos suficientes para llevar adelante esta obra de infraestructura.

Muy importante fue la colaboración otorgada por el Área Deportiva de Antumapu, en la que aún perduran las actividades docentes ecuestres. Muy meritoria ha sido la colaboración del Director del Área, profesor Óscar Ramírez, hoy Director de este Centro Ecuestre Cultural.

Muchos esfuerzos hizo Alberto Moreira para que el Centro saliera adelante. Durante muchos meses nos reuníamos un día a la semana en la Escuela de Arquitectura, para ir avanzando en el Proyecto, con la participación de alumnos, que se iban rotando a medida que egresaban y se incorporaban nuevas generaciones. Nos entrevistamos con todos los decanos de áreas relacionadas con esta actividad: Ciencias Sociales, Artes, Arquitectura, Ciencias Agrarias, Medicina Veterinaria. Tuvimos larguísimas conversaciones con autoridades superiores; en todos captamos la voluntad de colaborar, pero finalmente muy poco se pudo hacer. Sin duda que ésta es una actividad multidisciplinaria. Nos entrevistamos con empresarios, que también nos dieron buenas sugerencias y ofrecieron colaboraciones; pero no pudimos salir adelante. Logramos que muchas personas se incorporaran como socios, podían ser personas ajenas a la Universidad.

Moreira motivó un par de actos ecuestres en Antumapu, con la participación de jinetes y caballares y con diferentes demostraciones. Él llegaba con sus animales y su trabajadores y dirigía las presentaciones. En su hermoso caballo más de una vez hizo una verdadera clase montado sobre él y explicando por micrófono lo que todo eso significaba; fueron actos que atrajeron a muchos alumnos. Yo aprendí mucho de sus enseñanzas, de la transmisión de sus conocimientos;

En la Universidad se dan ingratitudes, lo que sin duda dañó a muchas iniciativas. Eduardo Porte por todo ello se fue marginando cuando veía que su obra se debilitaba y a Alberto Moreira se le forzó a jubilar de su jornada completa en Arquitectura; sus actividades eran poco valoradas para las calificaciones. Existía el compromiso de que una vez que jubilara se le contrataría por horas en su Facultad, en la que incluso había llegado a ser Director de la Escuela de Arquitectura, pero no se le cumplió a pesar de los esfuerzos que yo hice. Dejó así de ser, con gran amargura, académico de la Universidad, a pesar de continuar con una asignatura en su Facultad de origen; se le pagaba con «boleta de honorarios» sin ser miembros de la Universidad con plenos derechos académicos y políticos. Con ello sufrió una profunda depresión que yo la pude apreciar; fueron momentos muy difíciles para él y su familia, especialmente para su esposa Cecilia que tanto lo apoyó hasta su muerte.

Así es la vida universitaria; grandes académicos ha perdido la Universidad de Chile por no querer reconocer valores de sus viejos colaboradores. Logré con no pocos esfuerzos que la Facultad de Ciencias Agrícolas lo nombrara nuevamente profesor de la Universidad de Chile, en carácter de adhonorem; tuvo que pasar por exámenes médicos para reincorporarse a su Universidad, a pesar de no recibir remuneración. El apreció mucho este nombramiento.

Recuerdo como si fuera hoy, cuando le propuse a la Presidenta de la Asociación de Académicos de la Universidad de Chile, profesora Gladys Armijo, la posibilidad de promover un Código de Ética para los académicos de esta Casa de Estudios; de inmediato le dio apoyo y se constituyó una comisión que elaboró este código, el que fuera después aprobado por la Asamblea de la Asociación; se logró así constituir un Comité de Etica. Alberto Moreira colaboró en la preparación de ese código y posteriormente en el Comité. En otra presentación haré referencia a este tema del Código de Ética de los Académicos. Estas actividades gremiales y su reincorporación como académico en Ciencias Agrícolas, contribuyeron a que Alberto Moreira superara esa grave crisis que lo afectó.

En el Departamento de Economía Agraria donde se le nombró, hubo oposiciones; algunos consideraban que la cultura ecuestre no era campo de esa unidad académica, unidad que antes llevó el nombre de Departamento de Desarrollo Rural. Me correspondió ser Director de ese departamento y gracias a ello logré que se le reincorporara a la Universidad. Desgraciadamente por defender principios, tuve más adelante que renunciar a esa jefatura y dejar de hacer docencia en esa Facultad, donde estaba a cargo de tres asignatura. Mi alejamiento significó que a él también se le marginara.

Algunos años después, logré que la Facultad de Ciencias Forestales lo nombrara nuevamente académico de la Universidad de Chile, para colaborar especialmente en la docencia paisajística y continuar colaborando con las actividades culturales ecuestre. Nuevamente nos encontramos como académicos de plenos derechos, ya que yo había continuado como profesor de esa Facultad.

La casona y su campo agrícola que Moreira poseía en la Isla de Maipo son extraordinarios. Tiene una rica colección de elementos ecuestres, lo que constituye un verdadero museo. Además poseía caballares; su hogar era tremendamente acogedor. Para Fiestas Patrias hacía un gran asado en que a muchos invitaba, un agradecido ahijado campesino de la zona le regalaba todos los años una vaquilla para este acto; fui uno de sus invitados. La fiesta era muy chilena, las canciones y las cuecas siempre estaban presentes.

La influencia de Moreira en Isla de Maipo fue muy importante; él era allí muy querido, respetado y admirado. Fue el impulsor de un club de huasos y un gran defensor de tradiciones. Mucho se esforzó porque el lugar mantuviese sus características; lo vi sufrir cuando la modernidad de los grandes centros comerciales destruía el pequeño comercio tradicional y las característica de esa gran avenida que posee el centro de la Comuna.

Él de algo más edad que yo, fue sorprendido por la muerte, siendo académico de la Universidad y ejerciendo la docencia, en una asignatura electiva que atraía a muchos alumnos. Mucho me agradó que poco después de su muerte se hiciese tan bello homenajes en la Facultad de Arquitectura, al que hice referencia en un artículo anterior.

Alberto fallece el 27 de julio de 2007, cuando estaba en plena actividad docente y cultural. Su funeral fue impresionante, especialmente la misa en la iglesia de la Isla de Maipo. El Club de Huaso le rindió una emotiva despedida, con su tradicional senda formada por sus chamantos dejados en el suelo y sus manos alzadas con sus sombreros, como otros cruzan las espadas, que formaban un largo arco bajo el cual pasa el féretro. Un par de cuecas tristes lo despiden, una de ellas una joven dama con su atuendo tradicional baila sola frente al ataúd, como haciéndolo con el hombre fallecido, en lo que sería su última cueca en la tierra.

Muy agradable para mí fue en esa misa ver a una amplia representación de la Facultad de Arquitectura, encabezada por su Decano, junto a otros académicos y administrativos. Entre ellos estaba su fiel secretaria, que mucho lo apreciaba, Sarita, que tanto lo ayudó en su vida académica y nos colaboró con el Centro Ecuestre Cultural.

 

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