Medicina natural, actualidad y economía

Ernesto Ayala Oliva un empresario ejemplar y un hombre de grandes valores

Ayala

1916 – 2007

He creído conveniente referirme en forma breve a tan insigne empresario, destacar, principalmente a través de la opinión de otros, sus grandes cualidades y hacer algunos comentarios sobre su estilo de vida y trabajo, sobre la importancia para nuestra sociedad de hombres con estas características. Ojalá tuviéramos muchos Ernestos Ayala O.

No tuve mayores contactos directos con esta estimada persona. Sólo en un par de ocasiones en los comienzos del Gobierno de Eduardo Frei Montalva me correspondió estar reunido con él cuando yo formaba parte de una comisión del Gobierno encargada de la política de precios. Yo representaba al Ministerio de Agricultura, el ingeniero Franco Rossi al Ministerio de Economía y el doctor Julio Santa María al Ministerio de Salud. Era una época en que parte importante de los precios estaban fijados y entre ellos, los del papel.

Ahí conocí parte de sus cualidades y de su carácter, que muy bien describe Pedro Lizana Greve en su interesante carta recientemente publicada en El Mercurio, el 19 de julio, que más adelante transcribo.

Creo haberlo visto antes en reunión de accionistas de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones, CMPC, cuando yo había colocados unos pequeños ahorros en acciones de esa compañía, que junto con las del Banco Chile y COPEC eran en las que más se tenía confianza. Recuerdo las crías que daba esta sociedad, en un interesante proceso de fomento a las reinversiones de utilidades sin necesidad de privar de ingresos a los accionistas que podían vender esas crías, con la ventaja que eran, si mal no recuerdo, ingresos no tributables.

No puedo dejar de recordar lo que sucedió con el Banco de Chile, cuando prácticamente quiebra en los comienzos de los años 80 y muchos accionistas, personas naturales y algunas jurídicas sin fines de lucro perdieron sus ahorros ahí invertidos. El Gobierno Militar dio un apoyo importante a los bancos quebrados a consecuencias de la crisis económica de los primeros años de los 80, con aportes de toda la sociedad, creando entre otras cosas la llamada deuda subordinada que aún el Banco de Chile no termina de pagar a pesar de las grandes utilidades que ha percibido y de su fusión con el Banco Edwards. Contrasta su actitud con la del Banco de Crédito e Inversiones, que su gran presidente, gran dirigente empresarial bancario Jorge Yarur, se apresurara cancelar, lo que lo logra poco antes de su muerte, acaecida el mismo día en que se iba a celebrar el cumplimiento de este compromiso de pago.

Ayala y Yarur fueron grandes empresarios, de grandes valores, que lucharon valientemente para evitar que sus empresas pasaran en el Gobierno del Presidente Allende a manos del Estado, dentro de la política establecida por ese gobierno llamado de transición al socialismo. Entonces se pretendía que toda la banca y las grandes empresas como CMPC pasaran a la llamada Area Social.

«La Papelera No», fue una frase de lucha en defensa entre otras cosas de la temida pérdida de la libertad de prensa, tan necesaria para mantener la democracia. Si el papel de diarios quedaba en manos del Estado, se temía que se perdiese esa importante libertad.

Se ha dicho que Ernesto Ayala fue un buen discípulo de Jorge Alessandri Rodríguez, presidente de la CMPC, de donde Ayala era su Gerente General. Destaca en ellos, entre otros méritos, sus grandes valores humanos y el respeto al trabajador y a sus organizaciones. El Presidente Alessandri siempre como Ministro de Estado y como Primer Mandatario fue respetuoso de las carreras funcionarias, independiente del color político de trabajadores y empleados. Posiblemente ese hecho contribuyó a que fuera exitosa la defensa de la Papelera y quizás se evitara con ellos un cambio social y político en Chile, de consecuencias difíciles de imaginar.

Como bien señala Lizana, Ayala buscaba al colaborador honesto y Alessandri seguramente hacía lo mismo y les entregaba a ellos altas responsabilidades. Descansó mucho Alessandri en su gobierno en personalidades que él eligió como ministros y a quienes les otorgaba amplias atribuciones.

Respecto a Erneto Ayala y a su familia, quisiera referirme brevemente a dos hechos. Cuando trabajé en la Corporación de Fomento de la Producción, tuve como compañero de trabajo a su hermano Ricardo, también un hombre de grandes valores. Lo conocí muy bien cuando trabajó bajo mi dependencia en la Gerencia Agrícola de esa institución. Eso era en los años sesenta. Muchos años después, en 1990, cuando asumo como Decano de la Facultad de Ciencia Agrarias y Forestales de la Universidad de Chile, me encuentro que la secretaria del decanato era la señora Beatriz Ayala, hija de Ricardo y sobrina de Ernesto. También en Beatriz capté altos valores. Parece que ésa es característica de la familia. Hace pocos días, estuve con Beatriz, que continúa siendo secretaria de ese decanato; recordamos con cariño a su tío Ernesto.

Ricardo y Beatriz ocupaban cargos sin grandes remuneraciones. Parece que Ernesto Ayala no les otorgaba privilegios a sus familiares; pero sí, en momentos difíciles estoy cierto que los ayudaba.

A continuación transcribo la carta de Pedro Lizana publicada recientemente en El Mercurio. Su contenido demuestra el aprecio que Pedro le tenía, como también hace una valiosa presentación de cualidades de ese gran ingeniero.

“Carta al Director de El Mercurio

El estilo Ernesto Ayala

Señor Director.

Don Ernesto Ayala Oliva se nos ha ido a los 91 años. Uno podría referirse a su carrera como ingeniero civil destacadísimo, a su trayectoria como ejecutivo brillante en su desempeño en la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones, a su dirigencia en los gremios profesionales como presidente del Institutos de Ingenieros o en los gremios empresariales como presidente de la Asociación de Industriales Metalúrgicos y Metalmecánicos (ASIMET) o a su presidencia de la Sociedad de Fomento Fabril entre 1982 y 1987. Esta trayectoria ya lo revela como una persona de excepción.

Sin embargo para los que tuvimos la suerte de convivir con él durante los últimos 40 años, su aporte más valioso fue su estilo de relacionarse con las personas que lleva necesariamente a influir en el medio en que le tocó desenvolverse.

Cuando lo conocí, me preguntó: ¿tú eres pariente del sabio Ernesto Greve?. Sí le respondí. Has de saber tú, me contestó…que mi padre, ingeniero también, era gran admirador de tu tío y por eso me llamo Ernesto. Mi tío Ernesto fue el autor de la Historia de la Ingeniería en Chile, cuatro tomos dedicados a describir el aporte de los ingenieros al desarrollo del país.

Esta circunstancia fue el primer eslabón de nuestra confianza mutua. Pero él no era una persona fácil para ganar su confianza, aunque su trato como se ve era llano, sencillo y sin protocolo.

Trabajando con él en la parte gremial, lo primero que aprendí era que había que ser directo, le cargaban los lateros y los que rodeaban los planteamientos sin ir al grano. Comenzaba a impacientarse e intuía muy rápidamente a dónde uno quería llegar. A muchos les sorprendía y los dejaba perplejos que él dijera un no rotundo si algo no le parecía, costumbre poco usual en nuestra sociedad.

Muchas veces una persona tan directa, es percibida como de puntos de vista inamovibles y rígidos y que no da lugar a réplica o discusión. He aquí una de sus mayores gracias: si uno le rebatía con una buena argumentación, no se demoraba un segundo en encontrarle la razón y aún más, lo felicitaba. Varias veces le escuché decir: «Pucha que eres gallo, tienes razón».

En nuestros viajes por el mundo y aquí mismo en Chile, lo vi conversar con presidentes, ministros, grandes empresarios, ante los que no necesitaba ni achicarse ni agrandarse, era de su misma talla. Una de sus frase favoritas para rebatirle a alguna autoridad era: Ministro querido, usted está profundamente equivocado, le diré por qué. Otra de sus características era que se le descomponía fácilmente el genio si veía asomo de mentira o falsedad en algún planteamiento. Solía decir que lo más importante al contratar un profesional es que sea honesto; si no sabe, aprende, pero si es deshonesto, ni aprende ni es confiable.

La última vez que conversé con él fue en una comida gremial, en que me disculpé por no haber ido a verlo a su casa. Le dije: se me cae la cara de vergüenza el no haberlo ido a ver, pero creo que uno puede molestar; me contestó «el que llega a su casa no molesta».

Pedro Lizana Greve.-

Me ha parecido conveniente además presentar el breve y de gran contenido discurso de Eliodoro Matte L., pronunciado en el funeral de don Ernesto Ayala Oliva, del 18 de junio de 2007

Con profundo pesar vengo a despedir a nuestro querido don Ernesto, en mi calidad de Presidente de Empresas CMPC y también en representación de mi familia y muy en especial, como un amigo que ha vivido muy cerca de él los últimos 35 años.

Difícil resulta definirlo. Fue un hombre de múltiples actividades y de gran calidad humana. Un luchador, de gran sentido del humor, generoso y muy preocupado por los demás. Gran empresario y dirigente gremial. Defensor inclaudicable de la libre empresa. Sus principales preocupaciones estaban centradas en el devenir del país, el resultado de las empresas y la calidad de vida de los trabajadores. Todos recordarán que siempre se definió como un trabajador papelero, sindicalista y manejador de máquinas.

Fue un hombre de grandes pasiones, de esos personajes cada vez más escasos, comprometidos al máximo con las tareas que desarrollan, defensor a ultranza de sus ideas. En nuestra Compañía fue el continuador absoluto de su antecesor don Jorge Alessandri y de los fundadores de la empresa Don Luis y don Arturo Matte Larraín. La tradición de rectitud, austeridad, vocación de servicio público e interés social, marcaron su vida y se transformaron en sellos permanentes de CMPC.

Nació en 1916. Estuvo casado con Adriana Marfil Labarca por más de 60 años, con quien tuvo 6 hijos, 28 nietos y 10 bisnietos. Sus primeros 10 años los vivió en Antofagasta, cerca de la pampa salitrera. Llegando a la capital residió en una casona cercana a la Plaza Italia, la que construyó su padre.

Se educó en el Instituto Nacional y luego en la Escuela de Ingeniería de la

Universidad de Chile, donde se graduó con honores y ganó una beca a Estados Unidos.

Como estudiante en los años 30 le tocó conocer a la Papelera de los tiempos iniciales, ya que hizo una práctica de vacaciones en Puente Alto.

En 1939 fue contratado por el Ministerio de Obras Públicas. Se desempeñó también en Endesa y CORFO; fue presidente de ASIMET entre 1952 y 1954 y encabezó la SOFOFA entre 1982 y 1987.

Seis años llevaba en Endesa y CORFO, cuando el directorio de Fensa le ofreció asumir el cargo de su padre, recientemente fallecido.

Cuando era Gerente General de Fensa, en 1957, Jorge Alessandri Rodríguez lo llamó a La Papelera, para que lo reemplazara en su cargo. Por su conocimiento intuitivo de las personas, Alessandri supo ver en Ernesto Ayala al hombre que poseía la energía y la capacidad necesarias para sacar adelante sus proyectos y continuar con el crecimiento y la expansión de la Compañía en esos tiempos.

Desde allí hasta hoy, el sentido día de su partida, don Ernesto trabajó día a día, incansablemente en CMPC, dirigiéndola por casi medio siglo, primero como gerente general y después como director y presidente.

Don Ernesto consideraba que el trabajo hacía mejores a las personas, que las exigencias laborales y la competitividad, eran factores que ayudaban al ser humano a perfeccionarse.

A pesar de su verdadera obsesión por el trabajo, su principal prioridad fue siempre la familia. Don Ernesto fue un hombre de valores profundos, arraigados y llevados a cabo con congruencia y valentía.

En su familia se notó desde siempre la tradición, ya que cuatro generaciones: su padre, él, algunos de sus hijos y varios nietos, son ingenieros de la Universidad de Chile.

Uno de los hechos más relevantes que le tocó vivir fue la defensa de La Papelera durante el gobierno de la Unidad Popular. Lo contaba con orgullo y no es para menos, si arbitrariamente se intentó expropiar una de las empresas más importantes del país. Don Ernesto inició una campaña y alineó a todos los trabajadores de la empresa en contra de la estatización con el estruendoso grito: “¡La Papelera No!”. A éste se unieron trabajadores, estudiantes, dueñas de casa y empresarios, transformándolo en un símbolo de la lucha por la libertad de Chile.

Don Ernesto fue un hombre querido por todos los trabajadores de CMPC. Su sencillez y humanidad eran elementos que no dejaban de conquistar al personal de la empresa en cualquiera de las visitas que él permanentemente desarrollaba a las fábricas.

Le encantaban las fábricas. Confesaba que de esta forma podía estar cerca de los trabajadores, conversar uno a uno con ellos, saber de sus familias. En alguna entrevista, alguna vez afirmó que “en la fábrica se sentía como en su casa…”

Para él, la palabra empeñada era inviolable, porque a su juicio, jamás un empresario debía faltar a ella. Un compromiso verbal debía cumplirse en forma más estricta que uno escrito, especialmente cuando son contraídos con los trabajadores.

Uno de sus grandes amigos, lo definió en algún momento muy certeramente: “La gente lo quiere. A pesar que al principio parece hosco, es de muy fácil llegada. Le gusta comunicarse y siempre le busca el lado liviano a las cosas. Es un hombre que quiere las obras, no el prestigio que dan. No le gustan las condecoraciones ni las alfombras rojas. Si tiene la posibilidad de hacer obras útiles, no importa que sea con una escoba o con un bastón de mariscal. Admira a las personas que hacen bien las cosas”. Don Ernesto fue un hombre sencillo. Siempre repetía que prefería mil veces una fiesta en un sindicato que en un gran salón. “Son más entretenidas” –confesaba.

La navegación fue uno de sus mayores hobbies. Con orgullo exhibía su grado de Teniente Segundo de la Armada de Chile. Muchas veces uno se preguntaba y decía “¿cómo lo hace?”. A su edad, y con esa energía, esas ganas de aventurarse por los mares y conocer nuevos horizontes.

Verdaderamente, fue un hombre único.

El espacio que deja no sólo en CMPC, sino que en el país y en la vida de todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo desde cerca, de aprender de él y de compartir sus experiencias, es enorme y creo no podrá llenarse fácilmente.

Nos deja su huella de entusiasmo por la vida, de principios y valores. Quedará imborrable su sello de rectitud y humanidad. Ello ha quedado reflejado últimamente en su enorme preocupación por el aumento de la corrupción en Chile. Estimaba que las entidades gremiales debían tener una voz fuerte y permanente en esta materia. Era un deber para con las futuras generaciones.

Para mí es aún más difícil, ya que fuimos muy cercanos; cuando mi padre me pidió que ingresara a la Papelera en 1976 y yo siendo un joven ingeniero, me recibió con los brazos abiertos, me preparó con entusiasmo y cariño por 5 años para que lo reemplazara en la Gerencia General, y desde entonces y por más de 30 años, hemos compartido experiencias y hemos trabajado muy unidos para desarrollar a la empresa y el país. Agradezco la oportunidad que Dios me dio de haberlo conocido; definitivamente un regalo que me entregó la vida.

Don Ernesto, descanse en paz: todos sus colaboradores, sus amigos y admiradores, trataremos de llevar a cabo los que fueron sus principios fundamentales, por los que usted luchó. Su legado es enorme y de él seguiremos aprendiendo y compartiéndolo con las generaciones que nos siguen, siempre teniendo presente su memoria. A sus hermanos, hijos, nietos y familiares, nuestras más sentidas condolencias.

Estas fueron las elocuentes y significativas palabras de Eliodoro Matte L. al despedir sus restos.

Estamos hoy presentes en una crisis de valores y en la intnsificación de procesos de violencia. La desigualdad en la distribución del ingreso, las inestabilidades laborales, las injusticias con los trabajadores especialmente con los subcontratados, el debilitamiento del sindicalismo y la falta de preocupación por el medio ambiente, todo eso orientado en muchas empresas a perseguir por encima de todo altas utilidades inmediatas que «prestigian» a sus ejecutivos y les facilita sus carreras, son preocupanted realidades que se presentan en nuestra sociedad. Esto lo observamos tanto en empresas privadas como en públicas.

La Papelera parece en varios aspectos como una empresa modelo. Ojalá muchas más tengan esa características. He sabido que a los contratistas les exige remuneraciones a sus trabajadores por encima de ciertos límites; también parece mantener muy buenas relaciones con sus trabajadores y sus sindicatos. Además no se captan críticas al funcionamiento de sus plantas en sus efectos contaminantes del medio ambiente. Actitudes de esta naturaleza prestigian a la industria chilena y a su imagen en los ambientes internacionales.

Lamentablemente tenemos otros casos tan distintos, como el de CELCO, que ha debido cerrar plantas por sus efectos contaminantes y que ha entrado en masivos conflictos con sus trabajadores subcontratados. Sus cifras de rentabilidad inmediata superaban a la Papelera, pero se estaba incubando en sus procesos las situaciones de conflicto que más adelante afloran tanto en materias medio ambientales, como en laborales, con consecuencias muy negativas para la sociedad, que incluso se proyectan al ámbito internacional.

Ojalá los valores de Ernesto Ayala perduren y se extiendan hacia muchos empresarios y que ellos se reflejen en los procederes de las empresas, que contribuyan a mejores relaciones entre el capital y el trabajo y a una más justa distribución de los beneficios.

Es de desear que a los ejecutivos de los sectores privado y público no se les valore sólo por las rentabilidades de sus empresas, sino también por esos tantos valores, a veces subjetivos, que poseía Ernesto Ayala.

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