Días atrás el Diario El Mercurio publicó una carta muy especial e interesante. Con el simple título de «Edgardo Boeninger». La envía su hija Iris Boeniger. En ella destaca temas muy interesantes relacionados con su padre, que a mi juicio, son muy dignos de un especial análisis.
En mi vida tuve muchas relaciones con Edgardo. Lo conocí como compañero de curso en la carrera de ingeniería comercial de la Universidad de la Universidad de Chile.
Ya ambos teníamos ya una carrera profesional. Edgardo de Ingeniero Civil de la Pontificia Universidad Católica y yo, la de Ingeniero Agrónomo de la Universidad de Chile.
No mucho asistíamos a la universidad por el trabajo que desarrollábamos, Edgardo en la Municipalidad de Santiago y yo en la Universidad de Chile primero, después en el Ministerio de Agricultura y finalmente en CORFO. Además, yo era académico de la Universidad de Chile haciendo docencia en un par de cátedras.
Es interesante analizar cómo llegó Edgardo a la Dirección de Presupuesto. Fue el director de entonces, el ingeniero comercial Sergio Molina Silva, quien muy joven había llegado a ese cargo, ya con años de experiencia, consideró que necesitaba un subdirector. Estimó conveniente escoger al mejor último egresado de Ingeniería Comercial de la U. de Chile, para ello consultó al Decano de la Facultad.
Me ha parecido conveniente destacar este hecho, la importancia de hacer una muy buena designación.
A continuación va el tenor de la carta en referencia
Edgardo Boeninger
Señor Director:
Hoy, 13 de septiembre se cumplen 15 años de la pérdida de un hombre excepcional. Recordar no solo a un político, sino al pensador, al articulador, al economista, y por sobre todo, a un hombre íntegro, un servidor público.
La probidad y la transparencia las consideraba esenciales para la gobernabilidad, la calidad y eficacia de la democracia. Lo llamaron el “arquitecto de la transición” por su rol en la recuperación de la democracia chilena y en su consolidación. Dignificó la política a través de una vocación desinteresada y digna.
Fue un hombre que construía nación cada día. Su compromiso con la libertad como derecho esencial y la democracia como sistema de convivencia, fueron pilares esenciales en su cosmovisión pública.
Escuchaba con atención, reflexionando antes de dar una respuesta. Abominaba la intransigencia ideológica.
Boeninger tuvo una vida muy difícil desde una infancia hasta la joven adultez, y le pudo dar sentido a esa dura historia a través de su amor y compromiso por Chile y de su obsesión por la calidad de la democracia y de la política. Consideraba que ello era la base fundamental para que, con crecimiento económico, se pudiese avanzar a un desarrollo más inclusivo, que brindase más oportunidades a todos, y por cierto, un mejor futuro para los jóvenes.
Su influencia en los 30 años posteriores a la recuperación de la democracia fue inmensa. Se mantuvo lo que estaba bien, a pesar de detractores que creían que para resolver se debe refundar todo. Lo más destacable fue la reducción de la pobreza, de un 68% a un 7% actualmente.
Boeninger insistió siempre en la política de los acuerdos, donde el diálogo requiere de la disposición a persuadir y dejarse persuadir, a fin de llegar a un logro compartido, que es sin lugar a dudas mejor que ninguno. La obligación de la clase política es poner a Chile primero junto a las necesidades colectivas ciudadanas, dejando atrás los deseos personales.
Decía él; “darse gustos en políticas es caro, sobrefestejar un acierto o atacar a un adversario no reditúa”.
Su calidad humana, su buen tono y su permanente disposición al diálogo hacen necesario recordarlo. Es necesario hoy recuperar hoy en Chile la democracia de los acuerdos.
IRIS BOENINGER