Faltan 5 a 10 años antes de experimentar tratamientos en humanos
El Mercurio de Santiago en su Revista Sábado del 7 de julio de 2018 entrega interesante artículo titulado “Un científico detrás del cangrejo”. Llama cangrejo al cáncer.
El autor del artículo es Nicolás Alonso.
Después del título viene la siguiente leyenda: “El chileno Julio César Cárdenas creó un arma que podría se fundamental para la lucha contra el cáncer: con una toxina extraída de una rara esponja marina, ha logrado reducir en hasta 70 por ciento los tumores de mama y de próstata desarrollados por los ratones de laboratorio. Mientras afina sus experimentos en la Universidad de California, hoy tiene una sola cosa en mente: darle un golpe definitivo al mayor de los males”.
Extraigo del artículo contenidos que me parecen más interesantes como en gran parte doy redacciones propias a materias tratadas más extensamente en el artículo.
Cárdenas inició su formación profesional en Tecnología Médica en la Universidad de Chile, para más tarde ingresar al programa de doctorado en esa universidad. Hizo pasantías y posdoctorados en Francia y en Estados Unidos. Hoy tiene un equipo experimentando en sus laboratorios en la Universidad de California y otro en la Universidad de Chile. El laboratorio de la universidad chilena es financiado por el Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo y está en el cuarto piso del edificio de la Facultad de Medicina.
Como material básico de investigación tiene muestras diminutas de cáncer de mamas que contienen células tumorales que subsisten en un líquido rojo oscuro, importadas de Estados Unidos. Se tiene el historial de estas muestras, tomadas de mujeres de distintas razas y edades que han luchado contra el cáncer en distintos lugares del mundo. Las más recientes son chilenas y se las envían desde algunos hospitales.
Señala el investigador Cárdenas. “Uno normalmente está generando células tumorales, pero en condiciones normales el sistema inmune las reconoce y las destruye”. Expresa que el cáncer es como un desbalance de energía de nuestro sistema; es difícil mantener ese balance en un mundo tan loco y cambiante. Para crecer el cáncer necesita energía.
Su línea experimental lleva dos años generando revuelo en la competitiva carrera de la ciencia mundial para vencer el cáncer. A fines de 2016, en un paper publicado en la revista Cell Reports, mostró resultados que dieron la vuelta al mundo: en una semana había logrado reducir hasta 70 por ciento tumores humanos de cáncer de mamas y de próstata, implantados en ratones sin sistema inmune.
El tratamiento se basa en el empleo del veneno de una especie de esponja marina de entre unas 9 mil que existen, de nombre científico Xestospongia exigua, de profundidades marinas de un archipiélago de Oceanía, Nueva Caledonia. Su veneno contiene la molécula llamada Xestospongia B.
La explicación de su acción descansa en que las células liberan unas pequeñas señales de calcio que activan la generación de energía en las mitocondrias. Este calcio se trasmite por el canal llamado IP3. Las células tumorales requieren mucha más energía que las normales, para crecer y proliferar y así generar el tumor. Al conseguir bloquear el canal IP3, las células tumorales perecen.
Sus primeras pruebas fueron in vitrio, incluyeron células cancerosas de cánceres de colon, próstata y de piel, como también de algunas leucemias. Además células sanas.
Les agregó la toxina. A todas ellas una tarde se les puso en una incubadora. A la mañana siguiente todas las células cancerígenas estaban destruidas y las sanas, normales.
Posteriormente investigó en ratones, los enfermó de cáncer de mama y próstata. Después les aplicó la molécula de la toxina, a la semana los tumores se habían reducido en un 70%. Por razones que no se dan, no se pudo saber si con más tiempo se hubiese alcanzado porcentajes mayores o incluso la destrucción total.
Desgraciadamente la toxina se le agotó y no se dispuso del único buzo que estaba capacitado para extraer la esponja.
Después de muchos esfuerzos logró que un químico pudiese sintetizar la molécula.
Las investigaciones en ratones han seguido en el laboratorio de California con los que ya tienen metástasis. Además se investigará en ratones con sistema inmune activo.
El investigador señala que para llegar a probarlo en humanos deberán pasar cinco a diez años más. Es necesario tener antes resultados conclusivos en roedores y primates, que permitan descartar efectos secundarios graves para los pacientes.
Recomiendo la lectura completa del artículo.
Para ello visitar el siguiente vínculo:
www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=484894