Quizás pueda afirmarse que no exista una política que contribuya a que el valor del dólar tenga un nivel adecuado. Se podría decir que al carecer de esa política, exista otra en que el valor de esta divisa lo determine su libre mercado.
Existen varias situaciones en el pasado muy distintas. Cabe recordar algunas.
Dólares diferenciados para las distintas transacciones internacionales. Algunos de valores más altos para favorecer determinadas producciones nacionales a través de sus exportaciones. Valores más bajos para las exportaciones mineras principales como desde luego las de cobre. A su vez para las importaciones valores más bajos para productos de primera necesidad. A veces se tuvo dos áreas, una para el comercio tradicional y otros libre para otros destinos, por ejemplo para el turismo y para otras finalidades como el ahorro. Este último dólar se le llamó “libre”, que en general era de valor más alto. Ello se prestó para sobre valorar el costo de importaciones de manera que al exportador le quedase fraudulentamente dólares en exceso que los podía vender en el mercado libre.
Recuerdo como caso anecdótico, que un embarque de manzanas se concretaba o no de acuerdo al dólar que se le asignara a sus retornos.
También se ha tenido dos dólares, uno el denominado bancario para las operaciones de comercio exterior y otro llamado de corredores, que correspondía para otras operaciones habituales como por ejemplo el turismo.
Una experiencia se tuvo en el Gobierno Militar en sus inicios, que daba resultados relativamente favorables, basado en que el precio de la divisa se reajustaba al ritmo de la inflación. Ese sistema tenía el defecto de que tendía a perpetuar el ritmo inflacionario.
Un sistema que bastante tiempo se ha tenido el de un valor fijo, que reajustaba mediante las llamadas devaluaciones que se hacían necesarias y que aparecían inesperadamente, originando serios trastornos. La noticia de la secreta devaluación que se haría, a veces se filtraba como información privilegiada.
Otra experiencia nefasta fue la que se presentó en el Gobierno Militar cuando se cambió en sistema de reajuste según inflación, por un dólar fijo. El histórico valor de los $39 que tanto afectó a la economía nacional al perdurar por tres años entre julio de 1979 y junio de 1982. Esa política generó una recesión en la economía chilena de una intensidad que no se conocía desde comienzos de los años 30 del siglo 20, en que se presentó como recesión mundial; en este caso fue sólo recesión nacional.
Ese proceso chileno estuvo muy relacionado con el endeudamiento externo del sector privado, especialmente el bancario, asociado a una abundancia mundial de dólares en la banca privada internacional proveniente del alto precio del petróleo. A esos dólares se les llamó “petrodólares”.
Endeudarse en dólares tenía un costo menos que endeudarse en moneda nacional. Gran negocio de la banca comercial era endeudarse en el exterior en dólares para prestar en el mercado interno en pesos a un interés más alto. Era de tal magnitud las entradas de dólares que para evitar que su valor bajara en el mercado de los $39, el Banco Central debió comprar divisas, con lo cual aumentaba sus reservas y nos apareció el contraste de una balanza comercial altamente negativa frente a una balanza de pagos favorable, ya que aumentaban las reservas del Banco Central.
La crisis económica productiva llegó a límites extremos con altísima cesantía; sectores muy afectados fueron el industrial y el agrícola. Mucho de esa política se basó en un neoliberalismo extremo; sus personeros se basaban que el sector privado sabía endeudarse y anunciaban que el dólar a $39 se mantendría por lo menos diez años.
Se produjo una gran quiebra del sistema bancario privado chileno y el país tuvo que renegociar la deuda externa, porque se le forzó a garantizar la deuda privada, la que debió pasó a ser de hecho deuda pública del Estado, para poder negociar internacionalmente su situación financiera. Chile tuvo así que entrar a renegociar su elevada deuda externa.
El inspirador de esta política neoliberal extrema fue el economista de la llamada escuela de Chicago, Milton Friedman, nada menos que Premio Nobel de Economía. Al fracasar en Chile su modelo, él lo atribuyó al contenido de esta expresión “Sin libertad política no puede haber libertad económica”. Parece increíble que un Premio Nobel de Economía, que se entrevisto con Augusto Pinochet cuando vino a Chile por primera vez en 1975, no se diera cuenta que no poseíamos libertad política. Su segunda venida y última fue en 1981, cuando ya Chile estaba sufriendo la crisis de la congelación del precio del dólar por tres años, a partir de junio de 1979.
Este tema daría para un amplio y profundo análisis. La situación significó un profundo cambio en la política chilena, con un nuevo gabinete encabezado por el nacionalista Sergio Onofre Jarpa como ministro del Interior y Luis Escobar Cerda como ministro de Economía. Se destacó también la presencia del ministro de Agricultura Jorge Prado Aránguiz. Se tuvo que devaluar la moneda chilena y establecer una nueva política arancelaria. Además una política crediticia especial para el sector agrícola.
Se tuvo en un período en nuestro país la llamada banda de precios del dólar, con un máximo y un mínimo preestablecido. Debía garantizar el cumplimiento de la banda la política financiera cambiaria del Gobierno, principalmente a través de la intervención del Banco Central comprando dólares al llegar al mínimo y vendiendo, al llegar al máximo.
Posteriormente con la promulgación de la Constitución de 1980, tras un vergonzoso proceso, se le quitó al Banco Central la potestad de intervenir en el mercado de la divisa; su responsabilidad quedó solo radicada en el control de la inflación y en atender que el país tenga las reservas de divisas para cumplir con las obligaciones internacionales. Esa es la situación que hoy nos rige.
En la situación hoy existente, desde hace ya bastantes años, es que el valor del dólar tiene altas fluctuaciones y esto está muy correlacionado con el precio internacional cobre. Como un antecedente para apreciar esta variación se puede señalar que a comienzos de 2018 el dólar estuvo por debajo de los $600, a mediados del año pasado llegó a estar sobre los $850 y hoy su precio es del orden de los $750.
En un mercado libre y con tan bajos y fijos aranceles, estas fluctuaciones afectan seriamente a la actividad económica nacional y regional. Ya sea por los bajos costos de los productos importados como por los bajos valores reales que pueden obtener los exportadores.
En otros artículos me he referido bastante a este tema y a sus repercusiones. Cómo hemos dañado al sector industrial manufacturero con la consiguiente destrucción de empleos formales; muy dañadas también se han visto las agriculturas tanto las destinadas a la exportación como la que debe competir con las importaciones.
Parece no comprender el Estado chilenos, que al exportar cobre y minerales en general, estamos exportando también patrimonio nacional.
Es preocupante la situación del mercado cambiario actual. Con el alza del precio del cobre se ha generado una abundancia de la divisa que ha hecho bajar su precio. Frente a ello el Estado chileno parece haber generado ocultamente los llamados “fondos soberanos” en dólares a través de la compra del Gobierno de divisas empleando para ello el llamado ahorro fiscal; uno tiene derecho a pensar y criticar cómo un gobierno puede tener ahorro fiscal cuando ya teníamos antes de la pandemia unas alarmantes deudas hospitalarias y crecientes listas de espera para atender a pacientes. Además una situación carcelaria tremendamente crítica, con atenciones inhumanas a los detenidos y a forzar a la Justicia a no aplicar sanciones de detención a la delincuencia para reemplazarla por las desprestigiadas detenciones domiciliarias, imposibles de fiscalizar.
Hoy vemos que a raíz del alza de precios de la divisa, estaría el Gobierno vendiendo dólares con los cual habría evitado un alza desmesurada de ella. Por otra parte, frente al déficit fiscal derivado de los efectos de la pandemia y para financiar esas inmensas sumas que ha debido desembolsar el Gobierno a favor de los hogares afectados por la carencia de ingreso por las cuarentenas y la paralización de mucha actividades productivas, el Gobierno estaría captando préstamos internacionales en divisas para financiar el gasto fiscal y para ello tendrá que vender dólares en el mercado nacional proveniente de los créditos externos.
Estas operaciones desgraciadamente generan disponibilidades internas de información privilegiada, que permitiría que minorías puedan sacar provecho de operaciones cambiarias basadas en informaciones que sólo ellas las posean.
Me permito insistir en que debiera Chile tener una política cambiaria que sea transparente y con intervención del Banco Central comprando divisas cuando ellas lleguen a un nivel mínimo y vendiendo cuando se llegue a valores máximos. El sistema, a la larga, debiera permitir el aumento de reservas internacionales que a los menos compensen el patrimonio que estamos exportando con las ventas internacionales de cobre y otros productos mineros.
Me parece conveniente hacer alguna mención al caso de Argentina. También llevó una política de congelar el precio del dólar, y lo hizo por diez años. Ello desgraciadamente contribuyó a llevar al país vecino a una profunda crisis económica, con un amplio porcentaje de su población que ha llegado a la extrema pobreza. En Argentina casi se destruyó gran parte de competitiva industria manufacturera que fuera de prestigio internacional, como lo fue su industria textil y las de la maquinaria agrícola.
Pienso que para Chile y Argentina han sido nefastas sus políticas cambiarias y las de creación y mantención del empleo.
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