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Síntoma positivo: el PPD apoyaría la idea de una Asamblea Constituyente. El Mercurio nuevamente lo cuestiona editorialmente.

El editorial principal de El Mercurio del 29 de enero de 2013 critica fuertemente que un importante partido político, el Partido Por la Democracia, plantee en la campaña presidencial la idea de una asamblea constituyente.

En mi opinión es muy positivo que una importante fuerza política, haciendo honor a su nombre, “Por la Democracia”, procure que Chile llegue a tener una constitución que nazca de una amplia participación ciudadana.

Una nación debe tener como pilar fundamental una constitución, que sea el orgullo del país y de sus ciudadanos.

Más adelante me extiendo algo más en el tema, incluyo el editorial completo y hago algunos comentarios a su contenido.

Poderosos sectores de la sociedad chilena, sin duda, son contrarios a un cambio profundo de nuestra constitución nacida de una dictadura y de minorías que intervinieron finalmente en cambios fundamentales de lo que surgió de un Consejo de Estado presidido por el ex Presidente de la República, Jorge Alessandri Rodríguez.,. Fue conocida la molestia de Alessandri por la forma como se alteró el esfuerzo que él encabezó; sin duda que se usó y abusó de su prestigio para darle una pretendida legitimidad.

Desgraciadamente poco se ha analizado el vergonzoso plebiscito que llevó adelante el Gobierno Militar para no sólo engañar a una nación, sino que pretender hacerlo con el mundo entero.

Debe recordarse cómo se organizó la votación y cuán diferente fueron los resultados en correlación con la cantidad de votantes.; donde había mayor votación, en zonas urbanas, el “no” de rechazo se hizo más presente. También hay que recordar que no había registros electorales; la votación llegó a ser mayor a los potenciales electores.

Recuerdo que voté en la Comuna de Las Condes y que al entrar al recinto me llamaban de distintas mesas ya que los encargados de ellas debían completar, si mal no recuerdo, los 200 votantes para con ello cerrar la mesa y poder dejar el recinto.

Sin duda que el análisis de la sociedad chilena y sus experiencias políticas de: la vieja democracia, el crítico período de la presidencia de Allende, el Golpe Militar, los largos años de la Dictadura Militar, la transición a una imperfecta democracia en los cuatro períodos presidenciales de la Concertación y el gobierno de Piñera, deben dar base a un análisis amplio de tan distintas realidades, de gran utilidad para elaborar una real y valiosa constitución democrática.

Las distintas corrientes políticas seguramente elegirán a sus mejores representantes, que defiendan sus ideologías; hombres de gran cultura cívica, que no persigan la obtención de votos sino la gestación de una constitución que sea orgullo nacional, constitución que nazca de la nada, sin ningunas rigideces que requieran quórum especiales para modificarlas. Un asambleísta probablemente sea muy distinto a un parlamentario; sus formas de designación y sus responsabilidades son muy distintas.

Posiblemente la legislación que cree la Asamblea Constituyen establecerá disposiciones que señalen las mayorías necesarias para aprobar los contenidos del proyecto constitucional, y los que no las logren vayan a plebiscito. Quizás este tema de las mayorías pueda asignarse a la misma Asamblea en la reglamentación que ella misma establezca.

La obtención de una constitución en esta forma ayudará a una formación cívica de población chilena, tan debilitada en la actualidad, formación que ha de constituir un valioso capital social.

A continuación presento el editorial al que he hecho referencia, para después hacer algunos comentarios.

Editorial de El Mercurio.

Martes 29 de enero de 2013

Asamblea constituyente: una consigna”

El PPD resolvió colocar nuevamente la idea de una asamblea constituyente en el programa de la próxima campaña presidencial. Según sus dirigentes, la única forma de hacer de Chile un país más justo es con una nueva Constitución.

El riesgo de esta propuesta es que ella no sea más que una consigna electoral -ciertamente debilitadora de la institucionalidad vigente-, por carecer de sentido práctico y cauce jurídico.

En lo conceptual, convocar a una constituyente es asumir el fracaso anticipado de la democracia y de sus mecanismos de gobierno. Una constituyente significa prescindir del Congreso y de sus legisladores, que son quienes hoy ejercen, en conjunto con el Presidente, el poder constituyente, que es el que posee la facultad para modificar la actual Constitución. Como lo recordó el ex Presidente Lagos, primero «habría que consultar a los parlamentarios si acaso están dispuestos a renunciar a su prerrogativa constituyente».

Naturalmente, poner en práctica esta propuesta implicaría asestar un golpe a la democracia representativa. ¿En nombre de qué fuerza de legitimidad podría caducarse el mandato de diputados y senadores legítimamente investidos y en ejercicio, contra su voluntad? ¿Cómo podría justificarse que terceros provenientes de procesos ilegales, al margen de toda norma jurídica, despojen de sus funciones a quienes ejercen hoy regularmente el poder constituyente?

Por ello, esta fórmula envuelve un problema insoluble, derivado de un principio fundante del Estado de Derecho: instalar una asamblea como esta presupone actuar por la fuerza, sea política o fáctica. Y esto, que es viable en momentos únicos de la historia de las naciones, bajo agudas crisis institucionales, ingobernabilidad, agitaciones permanentes o descrédito irrecuperable de sus instituciones, guerra u otras, no parece ser ni lejanamente el caso de Chile en el momento actual.

Por el contrario, si reconocida esta inequívoca verdad, se acordara el estudio de una nueva Constitución en el Congreso mismo, ello sería simplemente el ejercicio legítimo del poder constituyente. Ya no cabría el nombre «asamblea constituyente», aun si un cuerpo de este tipo se eligiera vía reforma de la Constitución, amparada en los procedimientos actuales, como reiteradamente ha ocurrido con la Carta de 1980.

Persiste una última inquietud, de la que no se han hecho cargo ni el PPD ni los intelectuales o políticos que aluden de modo recurrente a la idea de una constituyente. Para implementar idearios de gobierno más progresistas u otorgar un rol más activo al Estado en políticas sociales, o incluso empresariales, ¿necesita Chile hacer tabla rasa de un ordenamiento constitucional que ha permitido 20 años de centroizquierda y tres de centroderecha en plena democracia? Los constitucionalistas saben que la actual Carta no ha sido un impedimento para la implementación de programas de gobierno debida y mayoritariamente impulsados, y que tiene la flexibilidad suficiente para acoger idearios de distinto signo político, en tanto no pugnen con derechos y libertades fundamentales que nadie quiere desconocer. Terminados los llamados enclaves autoritarios, se ha acusado, por ejemplo, a las leyes de mayorías especiales de crear cierta rigidez. Pues bien, es muy discutible que en la práctica hayan perjudicado la implementación democrática de los programas de gobierno, pero si así fuera, bastaría con reducir o moderar su alcance si ello tuviera un alto grado de consenso.

Así, además de su imprudencia práctica, la llamada a una nueva Constitución carece de fundamento técnico serio, precisamente porque hay notoria escasez de análisis o estudios en la materia que permitan su justificación más allá de una consigna política de campaña.

 

Comentarios:

1. Una constitución no debe sólo perseguir un país más justo. Debe ser el pilar de una auténtica democracia; contener grandes principios valóricos.

2. Es cuestionable que proponer una asamblea constituyente debilite la institucionalidad vigente por carecer de sentido práctico y cauce jurídico. Grandes naciones del mundo han cambiado sus constituciones en grandes procesos nacionales que han fortificado sus democracias. Francia muestra esa experiencia con sus nuevas repúblicas.

3. Grave es señalar que no exista un cauce jurídico para establecer una Asamblea Constituyente. Si hay un amplio apoyo nacional, la sociedad chilena debería ser capaz de generar el cauce jurídico a través de sus poderes del Estado.

4 Puede haber razón en considerar que la necesidad de establecer una constituyente se asocie a un fracaso de la actual democracia. Lo demuestra el hecho que una posición mayoritaria a favor de una reforma del sistema electoral haya sido imposible de materializar.

5. La actual espuria constitución, como toda constitución, establece un poder constituyente basado en los poderes del Estado. Sin duda que en esa constitución no era de esperar que se estableciera una posibilidad de una Asamblea Constituyente.

6. Pretender que el Poder Legislativo lleve adelante un cambio profundo de la constitución actual es perseguir algo imposible; tenemos la experiencia sobre la demora en legislas sobre determinadas importantes materias. Pero los poderes del Estado que tienen la potestad constituyente, perfectamente podrían modificar la constitución actual creando el mecanismo de una Asamblea Constituyente a lo menos por una única vez; ello podría ser de un trámite rápido.

7. Cabe preguntarse si no es conveniente apoyar una nueva constitución, dentro de un marco jurídico actual, y evitar que el proceso se genere más adelante cuando el país pueda caer en una profunda y quizás incontrolable crisis social y política. Es preocupante la muy débil formación en educación cívica de gran parte de la ciudadanía chilena, debilitamiento que se inicia en el gobierno militar y que se termina aumentando en los más de veinte años de la nueva e imperfecta democracia, en la medida en que cada vez son menos los ciudadanos que en el pasado tuvieron esa formación.

Sin duda que es preocupante el desprestigio de los partidos políticos, el del Parlamento y la creciente abstención electoral. Cabe preguntarse si esta agravante realidad nos pueda conducir a una gran crisis social y política futura, difícil de controlar y de superar por las vías democráticas. No podrías desembocar en un riesgoso caudillismo.

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