Me ha parecido interesante analizar contenidos de esta publicación, cuyo autor es Eduardo Olivares C.. En mi opinión es importante conocer las experiencias históricas y especialmente las causas de las etapas recesivas.
Es conveniente partir por su título principal y seguir con sus secundarios.
«Chile registró 22 años recesivos en el siglo XX (Título principal)».
Títulos secundarios:
Las contracciones más recientes han sido más suaves
En 2009, el país tuvo su primera contracción de la actual centuria.
La crisis más grande fue la Gran Depresión, que reventó en 1929 y dejó al país como la economía más damnificada del mundo.
Se presenta un gráfico con las variaciones anuales del PIB desde el año 1900 hasta el 2008. Es realmente un gráfico interesante. La más fuerte inestabilidad se observa entre 1912 y 1933. Se destaca la fuerte recesión, la llamada Gran Depresión iniciada en 1929 y que se profundiza en 1932.
Se dan más antecedentes y comentarios del artículo.
La Gran Depresión partió en Estados Unidos y contaminó a todo el mundo. Eso junto con la debacle de las ventas del salitre, llevó a Chile al mayor desplome económico de su historia.
Las dos crisis más recientes, anteriores a la actual fueron en 1975 y en 1982. En el gráfico se indica que en 1975, el país se ajusta con el nuevo orden institucional impuesto. Para 1983 Crisis de liquidez que elevó el desempleo al 30%.
Me parece conveniente hacer un breve análisis de estas dos crisis. La de 1975 se genera en el profundo cambio de modelo, cuando después del Golpe militar de 1973, entran los civiles de la Escuela de Chicago a manejar la economía, con posterioridad a algo de un año en que los militares dirigen la economía, especialmente la Marina, con el apoyo de civiles de posiciones centristas. Fue muy importante la recuperación económica de 1974; la base productiva real se puede afirmar que quedó poco afectada después del Gobierno de Allende, pero sí se estaba presente en esa gran inflación.
Debe recordarse que el Gobierno de Allende deja la economía nacional en una fuerte crisis, con un debilitamiento notable de la producción y de la capacidad para importar por el agotamiento de reservas y con un exceso de medios de pagos que generó en su conjunto la inflación más alta que conoció la economía nacional, llegó al orden de un 1000% anual. La mayor anterior había sido en el Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo que llegó a alcanzar una cifra cercana al 90%.
El esfuerzo por reducir la inflación genera desempleo y caída de producción; en Chile como en muchos países la superación de la inflación sólo parece posible lograrse en los modelos actuales de desarrollo con un aumento considerable del desempleo, con la contracción fuerte de la demanda. Es probable que existan mecanismos distintos para detenerla, creando empleo pero distrayendo parte de los ingresos que se generen a ahorro-inversión.
En 1975 se entra a un proceso de despido masivo de empleados del sector público y una reducción marcada de la demanda, que motiva caídas de producción y quiebras de muchas empresas. Se inicia una privatización masiva de empresas que estaban en poder del Estado y se debilita fuertemente a la CORFO y a su accionar. La pérdida de
rentabilidad de las empresas influye para que éstas se valoricen en muy bajos montos para los efectos de privatizarlas. Coincide esa crisis interna con el alza del petróleo y de muchos otros productos e insumos en los mercados internacionales, que agudizan la crisis. Con el alza del petróleo, además de elevar los costos de producción, se genera aumento de precios de otros insumos como los fertilizantes y en general del costo del transporte. Los mayores precios del petróleo se originan en la decisión, de los más importantes productores asociados a la OPEP, de reducir sus ofertas. Se produce una fuerte alteración en la situación mundial, los países exportadores de petróleo ven mejorar notablemente sus términos de intercambio y acumulan divisas, en cambio los países importadores son fuertemente afectados.
Así se generan los llamados petrodólares que invaden los mercados financieros internacionales, a través de la banca privada y se alienta a los países a endeudarse con dineros ofrecidos a muy bajas tasas de interés. Chile entra así a tener un crecimiento económico basado en el endeudamiento externo e interno, que motiva una expansión económica en sectores como el bancario, en el comercio principalmente de productos importados y en la construcción privada. Es tanta la abundancia de divisas que el Gobierno se ve imposibilitado de mantener una racional política cambiaria y termina congelando el valor de dólar por casi tres años, a pesar de que el país enfrentaba una inflación importante de costos. Para frenar la inflación se reduce la liquidez y suben fuertemente los intereses en moneda nacional. La banca privada se endeuda en el extranjero en dólares a bajo interés y los convierte en moneda nacional obteniendo altos intereses en el mercado interno. A pesar de tener balanzas comerciales negativas y cuentas corrientes aún más negativas, el Banco Central llegó a acumular reservas, obtenidas especialmente de compra de dólares para lograr que su valor se mantuviese en los 39 pesos establecidos.
El bajo valor de la divisa generó importaciones destructivas de las producciones nacionales lo que trajo un notable aumento del desempleo, y además desalentaba o paralizaba exportaciones. Así se llega a la crisis de 1983 la que se puede considerar como la segunda más importante que tiene el país, con una nación altamente endeudada con el exterior y además con su población igualmente muy endeudada internamente. Esta situación coincide con el agotamiento de los petrodólares en los mercados internacionales y con el alza de los intereses y la reducción de los créditos a un país con riesgos de no pago. Dos sectores se ven fuertemente afectados, el bancario y el de la construcción, con quiebras generalizadas. El Estado debe hacerse cargo de gran parte de la banca y a que se otorgue financiamientos especiales para la colocación de las viviendas construidas y ahora sin mercados.
Se tuvo que devaluar, a pesar que el Gobierno había asegurado que los 39 pesos del valor del dólar se mantendrían por lo menos por 10 años. Muchas empresas se endeudaron en dólares para gastos en moneda nacional, alentadas por el Gobierno, por sus anuncios, por las tasas de interés más bajas que la de los créditos en pesos. Incluso cambiaron deudas en moneda nacional por en dólares.
Sectores fuertemente afectados fueron los industriales y los agrícolas. Fue notoria la caída de producción triguera, remolachera y aceitera. Las industrias textiles y metal mecánicas, se vieron seriamente afectadas, actividades generadoras importante de empleo.
Con la crisis se puede decir que el país se ve obligado a cambiar su modelo, con la presencia de nuevos equipos políticos y técnicos. Se devalúa, se elevan los aranceles y se establecen líneas especiales de créditos, políticas totalmente contrarias al neoliberalismo imperante hasta la crisis. Varios economistas de la época insistían en mantener el dólar en los 39 precios, basándose en que la crisis económica haría bajar las remuneraciones y con ello producirse el ajuste. Parecían coincidir las posiciones extremas del marxismo y del ultraneoliberalismo, “sobre las ruinas de la economía, reiniciar la expansión dentro del nuevo modelo extremo”.
El pragmatismo de la estrategia militar y la influencia de importantes empresarios, contribuyeron a un cambio profundo de la política económica, que se tradujo en un fuerte crecimiento económico y con notables mejoramientos en los índices de empleo. Termina el Gobierno Militar con un alto crecimiento económico, que logra neutralizar el efecto de las dos crisis, la de 1975 y la de comienzos de los años 80; para todo el período militar, su crecimiento económico promedio termina siendo positivo, pero no supera los históricos, dejando sí un desfavorable efecto en la desigualdad de la distribución del ingreso y un modelo económico basado fundamentalmente en el sector privado.
La nueva democracia parece regresar a un modelo más neoliberal, con un pronunciado aperturismo externo, que contribuye a agudizar las desigualdades en la distribución del ingreso y la riqueza, pero con efectos positivos en la reducción de los hogares en pobreza e indigencia. Las privatizaciones continúan junto con el debilitamiento de la planificación y el predominio de las posiciones de Hacienda y del Banco Central.
Una crisis más suave se hace presente entre los años 1997 al 99, en la llamada crisis asiática. Con ella se ven especialmente afectados las colocaciones externas de importantes productos nuestros de exportación.
Es interesante mencionar que todos los períodos de crisis económica en Chile han estado precedidos de años con bajo valor de la divisa, que termina dañando a la economía de exportación y a la que debe competir con productos importados(la producción nacional de bienes transables). En los años recientes, en que se nos empieza a aparecer una nueva crisis, con caída del PIB y aumento preocupante del desempleo, nuevamente se ve que coincide con una caída del valor de la divisa consecuencia de la abundancia de moneda extranjera motivada por el notable mejoramiento de los términos de intercambio, especialmente por los niveles increíbles de precios a los que llegó en particular el cobre.
Los excedentes financieros fiscales, en gran parte acumulados en divisas, los ha ido convirtiendo el Gobierno a moneda nacional, para cubrir los déficit derivados de la crisis que se inició, eso hace caer el valor de la divisa nuevamente y a comprometer el crecimiento de la economía, especialmente en el mediano y largo plazo. Hay preocupación en amplios sectores empresariales, pero ni el Gobierno ni el Banco Central le dan importancia a esta situación.
La nueva crisis mundial reciente, en mi opinión, tiene como fundamental causa los efectos de una globalización en la que ha sido la gran ganadora China, con su fuerte crecimiento industrial que invade los mercados internacionales entregando productos a muy bajo precios, dañando las economía industriales de la gran mayoría de países, incluido desde luego Chile, país de los con más apertura mundial al comercio, con muy bajos aranceles, unido a una amplia gama de acuerdos bilaterales de comercio y posiblemente el único que lo ha hecho con China.
Este país oriental ha mantenido el valor de su divisa, acumulando así grandes excedentes financieros, estimulando las exportaciones y frenando las importaciones. Se ha transformado en la tercera potencia económica mundial, después de EE UU y Japón, superando recientemente a Alemania. En un par de años se espera que supere a un Japón estancado o en recesión, mientras ella crece a tasas del orden del 8% anual, después de haber crecido por 20 años a un promedio de alrededor del 10%. Su poder económico ha contribuido a acrecentar su poder político, e incluso su poder militar. Frente a la reducción de los mercados externos por la recesión mundial, China ha reforzado su demanda interna y ha lanzado nuevos productos a bajos costos a los mercados externos, que le permite mantener importantes niveles de exportación; cabe destacar entre éstas a las exportaciones automotrices.
Por otra parte, la primera potencia económica mundial se debate en una contracción económica, en fuertes y crecientes déficit fiscales, junto a una balanza comercial y a una cuenta corriente con el exterior marcadamente deficitarias, que las cubres con endeudamientos externos, especialmente con la gran potencia china. Para tratar de superar la reciente crisis, la gran nación del Norte ha debido aumentar notablemente su déficit fiscal, lo que pasa a hacer crecer una de las causas importantes de la recesión mundial.
Debe tenerse presente que ya el PIB chino es del orden de un tercio del de EE UU, con clara tendencia a la expansión, mientras EE UU, Japón y la UE no crecen o decrecen. De mantenerse estas tendencias últimas, el PIB de China alcanzaría al norteamericano antes de 20 años.
Hasta dónde no se puede pensar que China absorberá a Taiwán pacíficamente con su poder político y su capacidad de atracción. La absorción pragmática de Hong Kong y Macao son una demostración de una capacidad extraordinaria de gobierno, de un país que atropella derechos humanos impunemente en el ámbito internacional.
Volviendo al interesante artículo de Eduardo Olivares C., de El Mercurio del 6 de julio, me parece conveniente seguir mostrando su contenido y analizándolo cuando sea oportuno. El texto se inicia así:
Estadísticamente, cada cuatro años y medio se produjo una recesión en Chile durante el siglo XX. Hubo 22 años contractivos en el país, de acuerdo con la serie histórica preparada por el académico y economista de la Universidad Católica Rolf Lüders, a petición de “El Mercurio”. En todas las décadas hubo episodios de este tipo, con excepción de la de 1960. Y, de cumplirse la mayoría de las proyecciones, en 2009 se inaugurará el ciclo en la actual centuria.
Es conveniente señalar que entre 1934 y 1946, en doce años no hubo recesión, ni tampoco entre 1984 y 1998 tampoco la hubo, en catorce años.
“Prácticamente todas las recesiones en Chile han sido producto de eventos externos, ya sea conflicto bélicos o recesiones económicas”, sostiene Lüders. Y el contagio solía ser de este modo: caída en las exportaciones, tanto en precio como en volúmenes, y un deterioro de los términos de intercambio ante una baja menos pronunciada dl valor de las importaciones. Muy parecido, en este aspecto a lo que está sucediendo hoy.
No comparto plenamente este juicio. La crisis de 1975 fue causada por el ajuste derivado de la evolución económica durante el Gobierno del Presidente Allende, la altísima inflación a la que se había llegado y el cambio profundo del modelo chileno hacia el neoliberalismo; fueron causas esencialmente internas. La crisis de 1983 fue consecuencia a mi juicio principalmente de la mala política anterior que llevó al país a un endeudamiento externo e interno irracional y a la congelación del dólar en $39 pesos por casi tres años.
La crisis actual también en parte es por la errada política cambiaría, el excesivo endeudamiento interno de los consumidores y la etapa negativa del ciclo interno de la construcción.
Se sigue con el artículo:
La mayor de todas
En octubre de 1929, la Bolsa de Nueva York se desplomó. La economía de Estados Unidos se contrajo en 28%, menciona el economista Leonardo Suárez, de Larraín Vial. Y Chile, que desde hacía dos años era gobernado por Carlos Ibáñez del Campo, se transformaría en el símbolo de la Gran Depresión mundial. Según un informe de la entonces Liga de las Naciones, Chile redujo su PIB a la mitad al cierre de 1932 y fue el país más desvastado por la crisis. Dado que Ibáñez del Campo había emprendido un ambicioso plan de obras públicas en todo el país financiado con créditos, el crack internacional cortó el flujo el 16 de julio de 1931 el país entró en su primera cesación de pagos.
Atado al patrón oro, el fisco perdió todas sus reservas, ´que no eran pocas´, cuenta el historiador de la Universidad Católica Cristián Gazmuri, con el principal producto de exportación – el salitre – en los suelos.
“Hubo una inestabilidad política en todo el mundo, y en América Latina cayeron los gobiernos de Perú, Argentina y Chile”, comenta el historiador Leopoldo Benavides, vicerrector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
La cesantía reventó, en especial en las salitreras, y el Gobierno reabrió los lavaderos de oro de la Zona de Coquimbo, afirma Benavides.
Proliferó la miseria. “Veíamos cómo venían loe trenes del norte llenos de gente sin trabajo. Se creó la ´Olla del Pueblo´, que eran las ollas comunes, y a los empleados públicos se les repartía ´crudo´, que era alimentos como porotos para que cocinaran en sus casas”, recuerda hoy a sus 90 años María Vicencio Fuentes, hija de un funcionario de ferrocarriles.
De más a menos
Nunca hubo una crisis mayor. Otros remezones hubo en la pos guerra de la II Guerra Mundial, y en particular a inicios de la década del 50, durante la Guerra de Corea.
De nuevo con Ibáñez del Campo, el Gobierno convocó la Misión Klein Sacks para acabar con la estampida inflacionaria. Se introdujeron por primera vez las medidas liberales, como congelamiento de salarios, cierta apertura comercial y menor intervención estatal, pero surgieron los primeros movimientos sindicales y el Gobierno terminó con una baja popularidad.
La ruptura de 1973 se debió a motivos más bien exógenos, en especial los políticos, sostiene Lüders. Benavides menciona la mala administración económica de ese año – alzas salariales que impulsaron la inflación – como una causa de la recesión en 1975.
No es fácil tener una visión compartida de las causas de la crisis de 1975. Sin duda los dos últimos años del Gobierno de Allende llevaron al país a una profunda crisis económica y política. El primer años fue un período de una fuerte redistribución de ingresos y de aumento de los medios de pago, que motivaron una expansión económica con estabilidad de precios; había capacidad productiva subutilizada y reservas internacionales para favorecer el abastecimiento con productos e insumos importados.
Al segundo año la continuación de la expansión de los medios de pagos, las limitaciones de divisas, las intervenciones de empresas y el inicio de desórdenes productivos en muchas unidades productivas, fueron creando desabastecimientos, que frente a la fijación de precios máximos para una serie de productos, terminaron generando escasez y mercados negros que se fueron agudizando durante el último año. Lo sucedido fue uno de los condicionantes del Golpe Militar, que se inició con un importante apoyo nacional.
El año siguiente del Golpe se produjo una importante recuperación económica, mientras se mantuvo un modelo similar al previo al Gobierno de Allende, pero ya en 1975, viene el profundo cambio del modelo con la incorporación plena de civiles de clara orientación neoliberal, que desplazan a militares y civiles de orientaciones más centristas, más de economía mixta similar a la etapa previa al gobierno socialista. Se agrega a lo anterior situaciones adversas en la economía internacional, como el alza del petróleo y de una serie de otros productos e insumos, entre los cuales debe mencionarse a alimento; fueron notables las alzas del trigo y del azúcar en los mercados internacionales.
Continuando con el artículo:
La última gran debacle sucedió en 1982, jalonada por una excesiva desregulación – en especial en el sector financiero – achacada a los preceptos de los Chicago Boys.
El Gobierno se vio obligado a devaluar la moneda, lo que provocó cientos de quiebras de empresas. La cesantía se disparó. Pero el Gobierno se mantuvo. La última muestra de que una crisis económica no rompió la continuidad política ocurrió con la crisis asiática, en 1999, cuando Eduardo Frei consiguió traspasarle el poder a Ricardo Lagos.
¿Y qué le depara a Chile la actual recesión?.
El ex ministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre se atreve con una respuesta: “Compare usted con lo que ocurrió en otras recesiones: en 1975, 82, 99, América Latina y Chile cayeron más que media mundial. Hoy Chile lo va a hacer mejor que la media mundial?.
Algunos comentarios:
Sin duda que era muy difícil que en 1982 con la crisis cambiara el Gobierno. Sin duda que era una dictadura con gran poder, con fuerzas armadas tremendamente unidas. Pero se puede decir que hubo un cambio profundo en el Gobierno, sus equipos económicos no sólo fueron alejados mayoritariamente, sino que además enjuiciados y muchos de ellos terminaron en prisión. El cambio en la política económica fue profundo, encabezados por personas de muy distinto enfoque. Se puede decir que el Gobierno giró hacia un mayor nacionalismo y a una mayor preocupación por la comunidad de base; Los programas PEM y POJ (de empleo mínimo y de ocupación de jefes de hogar dieron posibilidades de trabajo a cientos de miles de trabajadores).
Debe tenerse presente que para la crisis de comienzos de los 80, las quiebras no sólo se produjeron por la devaluación; muchos cierres de empresas se produjeron antes por el bajo valor del dólar. La adversa situación para los exportadores y la invasión de productos importados dañaron profundamente a amplios sectores de la economía nacional. Si bien muchas empresas quebraron por la devaluación, especialmente las que estaban fuertemente endeudadas en moneda extranjera, otras lograron salvarse y rápidamente recuperarse gracias a que mejoraron sus condiciones para exportar o para competir en el mercado interno con productos importados.
La crisis asiática tuvo un origen claramente externo y su nacimiento localizado regionalmente en sectores del Asia. A Chile lo afectó en particular por el debilitamiento de los mercados externos.
En cuanto a la crisis actual, ojalá se dé lo que espera Nicolás Eyzaguirre, que nuestra caída sea menor que la promedio mundial. Contribuiría a ello la política económica de reservar excedentes en los períodos de auge de nuestro comercio exterior y la importante recuperación del precio del cobre, probablemente consecuencia de la rápida reacción de la economía china, gran demandante del metal rojo, recuperación debida en grado significativo a la ampliación de los mercados internos de ese gran país asiático.
Queda el temor de que el bajo nivel del valor de la divisa en Chile, agudizada por la conversión de reservas gubernamentales en moneda extranjera a moneda nacional, para cubrir los déficits fiscales en nuestra moneda, dañen a actividades fuertemente ocupadoras de fuerza de trabajo, como son los sectores industriales y agrícolas, especialmente a la fruticultura.
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