Primer paso sería trasladar la Agencia Chilena para la Inocuidad Alimentaria (ACHIPIA) al nuevo ministerio. El diario La Segunda del 1 de septiembre en una breve crónica titulada “Parte futuro ministerio de Agricultura y Alimentación”, señala que éste sería el primer paso que da el actual gobierno para la creación de un futuro ministerio de Agricultura y Alimentación; en los próximos días se concretará la incorporación de la ACHIPIA a la cartera que encabeza José Antonio Galilea.
Llama la atención la aparente falta de preocupación de este ministerio por el valor de la divisa, que se había anunciado en febrero pasado que merecería atención especial del nuevo gobierno.
Asumir las responsabilidades alimentarias es a mi juicio un error, ya que ellas son principalmente intersectoriales. Le exigirá a este nuevo ministerio muchos recursos para cumplir las tareas que probablemente serán mal atendidas y debilitará seguramente el cumplimiento de sus responsabilidades tradicionales que son más específicas.
La ACHIPIA, creada en la Presidencia de Michelle Bachelet y bajo la dirección de la Dra. María Soledad Barría, ex Ministra de Salud, había realizado una interesante labor muy apreciada por las organizaciones de los consumidores. Se le hizo depender de la Secretaría General de la Presidencia, ya que es una institución que debe trabajar en forma muy coordinada con los otros sectores, especialmente con los ministerios de Salud y de Agricultura. Ojala no sea intención de este gobierno debilitarla, resultado lo que podría interesar a algunos sectores productivos.
El Ministerio de Agricultura debe atender fundamentalmente al sector agrícola y no entrar a preocuparse por ejemplo por los precios al nivel del consumidor, como se empezó a hacer durante el gobierno anterior, y menos aún, entrar a los temas relacionados con la inocuidad de todos los alimentos, algunos de ellos con complejos procesos de industrialización, conservación y transporte.
El control de la calidad final de los alimentos en los mercados internos debe ser especialmente preocupación del sector salud, aunque sería responsabilidad del sector agrícola entregar productos inocuos al mercado tanto externo como interno como también materias primas inocuas a la compleja industria alimentaria. Si bien es cierto la responsabilidad del sector agrícola es entregar productos inocuos, es conveniente que el control del cumplimiento de ello quede en otro sector, que se preocupe de los alimentos provenientes de las diferentes fuentes: agrícolas, industriales, pesqueras y de importaciones. Muchos productos agrícolas deben ser almacenados y transportados antes de llegar al consumidor, servicios generalmente ajenos al sector agrícola mismo, en los cuales pueden contaminarse.
Esta nueva dependencia le exigirá destinar más recursos a atender a estas funciones, tanto en cuanto a recursos humanos como materiales y financieros. Entre los humanos deberán estar presentes muchos profesionales y especialista no ligados tradicionalmente al sector agrícola como son médicos y nutricionistas.
En artículos anteriores he dado una serie de argumentos para que no se tenga un ministerio con funciones tan amplias como las relacionadas con la agricultura y con la alimentación. No poco frecuente es que incluso sean tareas contrapuestas, como es el caso de la defensa de los precios a los productores agrícolas, que tanto requieren de ello y la defensa de los precios para los consumidores.
Me llama la atención la aparente falta de preocupación actual de este ministerio y de su ministro con el problema de la caída del valor del dólar. Fue esperanzador cuando el ministro Galilea anunciara que una de sus preocupaciones especiales sería promover «un tipo de cambio estable y competitivo”. Eso lo decía a mediados de febrero.
Señaló también en esa fecha “El ministerio no ha tenido un mayor respaldo por parte de los Presidentes. Quedó totalmente subyugado a Hacienda. Siento que hubo una indiferencia con el mundo agrícola y se le vio más como un tema social más que productivo”. También señaló entonces “Uno de los compromisos del Presidente Piñera es tener un nivel del dólar que sea compatible con el desarrollo agrícola. Eso hará que el Ministerio de Hacienda se sintonice con ese objetivo”.
Hoy hemos llegado a un dólar por debajo de los $ 495 y con pronósticos bastantes negativos. Sigue subiendo el precio del cobre y cayendo el valor del dólar. No sólo hemos tenido una fuerte caída, sino que una alta inestabilidad a lo que se suman los pesimistas pronósticos. He recibido la información que grandes empresas agrícolas e industriales agrícolas se han cubierto con el valor de la divisa, pero eso difícilmente lo pueden hacer el pequeño y mediano productor. Además, la baja del dólar hace llegar productos importados a más bajos costos, castigando los precios de mercados internos.
Las inestabilidades de la divisa también encarecen sus coberturas de riesgos.
Por otra parte es conocida la limitación de recursos para la investigación agrícola que favorezca a todo el sector, la realizada por el Instituto de Investigaciones Agrícola (INIA) y las universidades tradicionales, y no sólo a los sectores más fuertes los que pueden aportar recursos propios que se ven multiplicados con los recursos fiscales y universitarios que deben recurrir a los privados para poder usar sus infraestructuras y multiplicar sus limitados fondos operacionales.
No quiero por ahora extenderme en argumentos a favor de políticas agrícolas que defiendan al sector, que se enfrenta en condiciones generalmente adversas a los mercados nacionales y externos. Además la producción agrícola proviene de seres vivos ligados al medio ambiente, lo que le da un doble riesgo de enfermedades y plagas por una parte y de accidentes climáticos por otra; se suma a ello además las inestabilidades de los mercados, en grado importante agudizados por el tema cambiario.
Debe tenerse presente que el tema alimentario es esencialmente transversal donde tienen responsabilidades principalmente tres sectores, los de la agricultura, la salud y la educación. Muchos de sus problemas están relacionados con las llamadas enfermedades nutricionales, ya sean por defectos o por excesos, como lo estamos viendo cada vez más con las asociadas al sobrepeso y a la obesidad en las distintas clases etáreas.
No creo que se haya bien pensado, en profundidad, en las enormes responsabilidades que pasaría a sumir éste que debería ser un inmenso ministerio, que seguramente va cumplir mal sus nuevas funciones y debilitar las que le han sido tradicionales.
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