No soy profesor de castellano ni tampoco un gran escritor, pero me ha tocado ser director de un par de revistas, una de un colegio profesional y otra de una sociedad científica chilena. Además me ha correspondido revisar muchas memorias para la obtención de títulos profesionales y tesis universitarias de posgrados. También he sido autor de varios libros y de muchos artículos. Por la experiencia que he tenido y por lo que he conversado con quienes me han revisado y corregidos los textos, me parece conveniente exponer mis puntos de vista en algunos aspectos críticos.
Por qué no se preocupa más la Asociación de Academias de la Lengua de que el lector comprenda mejor, más rápidamente, los textos; como también por qué no permitir que el que escriba presente sus escritos en la forma tradicional que él cree que le puedan entender mejor los destinatarios.
Leí con mucha atención el artículo “Mitos y verdades de la nueva Ortografía” publicado en la sección Cultura de El Mercurio del 5 de abril. Lleva como leyenda especial “La lingüista española Concepción Maldonado está en Chile para explicar cuáles son realmente los cambios que propone la Asociación de Academias de la Lengua. El artículo lo escribe Constanza Rojas V.
Se inicia la publicación con la oración “Los cambios que propone la Asociación de Academias de la Lengua no son tantos como la prensa ha dicho. Son modificaciones muy pequeñas”.
Quisiera primero manifestar que no parece que la Asociación recomienda, sino que impone. Esto se capta más adelante cuando se expresa que respecto al adverbio “solo”(sólo), Maldonado explica:” La Ortografía de 1999 (la anterior a la de 2010) decía que su uso era opcional en caso de ambigüedad, pero se recomendaba no utilizarlo. Ahora ya se considera error usarlo. Esta tilde tiene que salir de nuestras vidas”.
Extraña la razón que da. “Porque se decía que era una tilde diacrítica, pero estas (éstas) no son las que diferencian palabras con distinto significado, sino las que diferencian palabras monosílabas ( el `té´ de bebida y el `te´ de pronombre). Si tuviera sentido esta tilde, por muy práctica que nos sea, también tendría sentido usarla para diferenciar palabras homónimas como `amo´ del verbo amar y `amo´ de dueño. Era una cosa muy anómala dentro del sistema de acentuación».
He revisado el calificativo de diacrítico o diacrítica en la Vigésima Segunda Edición de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Se señala en ella: «adj. Gram. Dicho de un signo ortográfico: Que sirve para dar a una letra o a una palabra algún valor distinto!.
En ningún momento se hace referencia a palabra monosílaba.
Entiendo que siguen existiendo el “como” sin acento en uso general y el “cómo” interrogativo y exclamativo. Éstos desde luego no son monosílabos; su acentuación sin duda ayuda a entender la lectura.
En mi poca docta opinión, no es un buen ejemplo comparar la forma verbal “amo” con el sustantivo “amo”. Es muy difícil que se confunda una forma verbal que habitualmente lleva un sujeto y sus complementos. No así “té” sustantivo con “te” pronombre personal, la tilde favorece una comprensión más fácil de lo que se lee; igualmente “sólo” con tilde ayuda a que de inmediato signifique solamente sin necesidad de tener que seguir leyendo para conocer su significado. Un tema muy importante en la lectura rápida.
Si a mí se me obliga a escribir sólo sin acento, creo que en muchas oportunidades lo reemplazaré por solamente, por sentir que estoy contribuyendo a una mejor, y especialmente, más rápida comprensión del texto.
Algo similar sucede con la acentuación diacrítica de los pronombres demostrativos, éste, ése, aquél en sus dos géneros y en singular y plural. Sus tíldes debieran mantenerse cuando facilitan la comprensión de la lectura
Reitero que referente a las eliminaciones de la tilde diacrítica en estas disílabas mencionadas, considero que ello es un error ya que igualmente perjudica la comprensión rápida de la lectura. Lo más lógico debería se dejar libertad al que escribe para usarla cuando lo estime conveniente.
Parece razonable eliminar las tildes en los monosílabos, cuando éstas no tengan la características de diacríticas, como en los casos de más (adverbio de cantidad) y mas (preposición de significado similar a pero), té (bebida) y te (pronombre personal), sé (de saber) y se (pronombre personal dativo o acusativo). Por eso estaría bien eliminar el acento en “guion”, como también nunca colocarlo en “pie”, pero sí en “hincapié”. Tampoco nunca en “dio”, pero sí en “ardió”
Recuerdo en textos muy antiguos que la preposición a se escribía con tilde, al igual que fue, que todavía personas mayores la escriben con tilde.
Se podría decir que está bien eliminar tildes innecesarias o contrarias a las reglas generales, pero sin dañar la comprensión de la lectura, especialmente más rápida y menos esfuerzo.
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