Medicina natural, actualidad y economía

Artículo «La próxima crisis es Made in China» de Guillermo Larraín y comentarios a él

Están de plena actualidad los temas relacionados con la política económica de China y sus efectos en la economía mundial.

Me ha parecido de gran interés el artículo publicado por Guillermo Larraín en La Segunda del 12 de octubre, que se ha titulado “La próxima crisis es Made in China” y conveniente presentarlo más adelante en forma textual para después hacer algunos comentarios sobre sus interesantes contenidos.

Este párrafo extraído del artículo creo que destaca una real inquietud:

“Una posibilidad es que China esté en un plan de dominación global. Su competitividad artificialmente reforzada atrae empresas extranjeras y favorece la transferencia tecnológica. La acumulación de reservas se reinyecta en la economía mundial bajo sus propios términos. El acceso al mercado chino es más restrictivo que el que los chinos encuentran en Occidente. Esta mezcla subyuga a cualquier país”.

Veamos más adelante el artículo para después presentar mis comentarios

Éste es el artículo “La próxima crisis es Made in China”

Autor Larraín, Guillermo. Publicado en La Segunda del 12 de octubre

Una lección de la crisis financiera fue la necesidad de coordinación internacional. La reunión del FMI del fin de semana evidenció que la lección la olvidaron rápidamente. EE.UU. mantiene su expansión monetaria para evitar la recesión, riesgo que Europa prefiere antes que el de la inflación. Los flujos de capitales van al mundo emergente. China acumula reservas internacionales para sostener artificialmente su competitividad. Otros países, como Chile, aprecian sus monedas y aumentan los precios de sus activos.

Esta lógica nos lleva a serios problemas. EE.UU. debe parar su expansión monetaria sin caer en recesión y para ello China debe permitir una significativa apreciación real y estimular su gasto interno. En esta descoordinación las responsabilidades no son simétricas: China tiene un rol mayor que jugar. ¿Por qué no lo hace?

Una posibilidad es que China esté en un plan de dominación global. Su competitividad artificialmente reforzada atrae empresas extranjeras y favorece la transferencia tecnológica. La acumulación de reservas se reinyecta en la economía mundial bajo sus propios términos. El acceso al mercado chino es más restrictivo que el que los chinos encuentran en Occidente. Esta mezcla subyuga a cualquier país.

La otra posibilidad es que China no ha asimilado que dado su tamaño ya no puede comportarse en ningún ámbito como economía pequeña. Sin desmerecer la teoría del complot, analizaré dos escenarios de la segunda tesis.

El primero nace de constatar que una economía pequeña puede mantener una moneda subvaluada sin generar riesgos globales porque el daño que inflige es proporcional a su pequeño tamaño. Pero a medida que crece, el daño que genera es mayor. Parte de su competitividad, China se la gana artificialmente a los países con los que compite.

No hay por qué suponer que Estados Unidos y Europa se quedarán sin reaccionar. ¿Por qué tolerarían indefinidamente ver empresas que se venden a firmas chinas con la consiguiente transferencia tecnológica o se deslocalizan hacia China con la consiguiente pérdida de empleo? La visión de que la integración comercial no tenía prerrequisitos parece hoy naive. Su principal ideólogo Larry Summers, abandonó el gobierno norteamericano. Esta ideología supone que todos los participantes juegan con las mismas reglas, supuesto fuerte que un actor clave como China no cumple totalmente.

La obcecación con la subvaluación del yuan puede llevar a una guerra cambiaria y, de persistir ésta, tendrá repercusiones comerciales.

Cuando el Presidente Wen Jiabao, en su mensaje a los líderes europeos, pide que no lo presionen está pidiendo tiempo. Pero sabemos que para los chinos el tiempo fluye más lento que en Occidente. El control que Wen tiene sobre su país no lo tiene ningún líder occidental sobre el suyo. La paciencia que pide Wen a Europa es imposible de comprometer. La guerra cambiaria se siente y si no se pone freno a ella, pasaremos a la comercial. China tendría responsabilidad sobre las consecuencias.

Esto nos lleva al segundo escenario. Si China permite la apreciación real, salvo que estimule eficazmente el gasto interno, generará una desaceleración y, en el límite, una crisis bancaria y recesión.

¿Por qué permitir la apreciación? ¿Un capricho? Un poco de teoría ayuda. El principal determinante del tipo de cambio real es el diferencial de productividad, el efecto Balassa-Samuelson. Mientras más crezca la productividad respecto de sus socios comerciales, más apreciada debe estar la moneda de un país.

De acuerdo con el FMI, el diferencial acumulado de productividad en China entre 2000 y 2008 varía entre 14,9% y 62,7% según la definición. Así, el tipo de cambio real de equilibrio en China podría haberse apreciado sin problemas 22% o más. Consecuencia: el sector exportador está sobredimensionado y su corrección es riesgosa para China y el mundo.

Según Wen, una apreciación drástica sería una catástrofe por dos razones. Por un lado, muchas empresas chinas perderían competitividad al punto que quebrarían y, por otro lado, ello llevaría a un masivo flujo de chinos de vuelta al campo.

Hay un tercer factor relevante de preocupación. Si una apreciación de 22% generaría quiebras masivas de empresas, ¿qué pasaría entonces con la banca china?

No me extrañaría que la lógica que trasunta al discurso de las autoridades chinas es el mismo que han usado los bancos para otorgar créditos y los reguladores para supervisar: que como hace 10 años se puede ser competitivos con una moneda subvaluada. Si dicho escenario base cambia, habrá gran mortandad de empresas chinas… y de bancos. ¿Por qué no sería así si la mayoría del crédito bancario en China es entregado por entidades estatales que siguen las instrucciones del Partido?

En este escenario parte de los USD 3 trillones de reservas tendrán que ser utilizadas para salvar a esos bancos y financiar gasto contracíclico. Una desaceleración en China puede ralentizar los países desarrollados que todavía no logran despegar y dado sus altos niveles de endeudamiento y ya masivas expansiones monetarias se encuentran con limitados espacios de respuesta. Los precios de commodities caerían, aunque no es claro por cuánto tiempo. Ello sería proporcional a los problemas de la banca china.

China debe asumir que su actuación debe atenerse a reglas de convivencia comunes. En el plano cambiario esa regla se llama Balassa-Samuelson. Ser competitivos manteniendo artificialmente subvaluada la moneda se hace contra los socios comerciales. Mientras más demora la corrección cambiaria, más probable es que pasemos a la guerra comercial, más se acumulan en China sus desequilibrios y más costoso para ellos será el ajuste.

Y para nosotros también.

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Algunos comentarios o análisis

Se inicia el artículo con la idea de que una lección de la crisis financiera pasada fue la necesidad de coordinación internacional.

En mi opinión la llamada crisis financiera estuvo basada en una enfermedad económica más profunda y que se agudiza, mal que es consecuencia principalmente del encuentro de dos modelos, uno el de EE UU seguido por muchos otros países occidentales y el otro, el modelo chino de una economía planificada que sabe muy bien utilizar las fuerzas del mercado pero sin abandonar sus grandes propósitos de desarrollo y de transformarse en esa gran potencia a la que está llegando.

La crisis financiera de años atrás fue más bien como la fiebre que reflejaba la verdadera enfermedad de la economía real, especialmente del mundo occidental. Se tomaron medidas de “coordinación internacional” para bajar o neutralizar la fiebre, pero la enfermedad ha continuado su avance.

Opino en alto grado ha provenido del libertinaje del comercio exterior y del movimiento de los capitales que ya no se interesan por los problemas nacionales si no el de sus propios beneficios. Para nada se ha considerado la finalidad que debe tener la economía, cuál es el bienestar creciente de la población, donde desempeña un papel preponderante el pleno empleo.

La política cambiaria juega en esto un importante papel; considero que es un error dejar que la tasa cambiaria sea determinada por las condiciones inmediatas de los mercados de bienes y de capital, de las exportaciones e importaciones de bienes y de los movimientos de capitales en los mercados internacionales,  principalmente especulativos.

Sabemos que el neoliberalismo extremo debilita al Estado; China es un ejemplo de un estilo distinto que refuerza al Estado. Dubai es otro caso similar, pero de un país pequeño. Si estos dos países dejasen que el valor de su moneda se apreciara como consecuencia de sus altos saldos favorables de sus balanzas comerciales, tendrían sus economías notablemente debilitadas, como está iniciándose en Chile con el altísimo precio del cobre, que hace que el país se inicie en las consecuencias de esa enfermedad económica llamada el “mal holandés”.

Se hace referencia más adelante a la reunión del FMI del fin de semana donde se habría evidenciado que tanto EE UU mantiene su expansión monetaria para evitar la recesión, Europa prefiere la recesión antes que la inflación y China sigue aumentando sus reservas internacionales para sostener “artificialmente su competitividad”. China tiene el hándicap a su favor de poder establecer una política cambiaria, facultad que parecen no tener EE UU ni Europa, especialmente la Zona del Euro. Recientemente entra a observarse que Europa inicia una política arancelaria de protección y el Parlamente de EE UU está tratando de influir en algo similar. Da la impresión que esta parte del mundo desarrollado empieza tardíamente a preocuparse de las políticas de empleo.

El artículo hace referencia a Chile que como otros países aprecian sus monedas, es decir dejan caer el valor de sus divisas, con el consiguiente daño especialmente a sectores que más emplean fuerza de trabajo. Esto es sin dudas consecuencia de los altos precios de sus materias primas de exportación, en gran parte consecuencia de la expansión de la economía china. Además las monedas locales se aprecian o caen el valor de las divisas por los flujos de capitales que van a los países emergente, ya que los países desarrollados ofrecen intereses muy bajos y sus inversiones locales acusan muy bajas rentabilidades.

El autor del artículo plantea que lo lógico sería que EE UU pare su expansión monetaria sin caer en recesión y que China permita una significativa apreciación de su moneda y estimular así su gasto interno. Aquí aparece clara la idea de que gran parte del problema mundial lo crean EE UU y China. Culpa más a China.

El autor no aborda directamente el tema real, de que EE UU se endeuda y China ahorra. En EE UU se genera un desempleo crónico y China cada vez genera más empleo. Vuelve a la idea de la coordinación de las dos naciones, pero destaca que en ella “las responsabilidades no son simétricas: China tiene un rol mayor que jugar”. Y así se pregunta ¿Por qué no lo hace?

Responde con dos posibilidades, una “es que China esté en un plan de dominación global” y la otra “es que China no ha asimilado que dado su tamaño ya no puede comportarse en ningún ámbito como economía pequeña”.

Para la primera posibilidad, destaca tres hechos: i) su competitividad forzada atrae empresas extranjeras y la transferencia tecnológica, creo entender que esto es a base principalmente de su política cambiaria, de mantener su moneda depreciada; ii) acumula reservas las que inyecta en la economía mundial bajo su propios términos, se debe entender que son reservas del Estado que su Gobierno puede manejar libremente, e iii) que el acceso al mercado chino es más restrictivo que el que los chinos encuentran en el Occidente. Larraín da una afirmación interesante: “Esta mezcla subyuga a cualquier país”.

Cabe destacar en mi opinión dos aspectos interesantes, uno es que las empresas extranjeras se trasladan a China no sólo con capitales sino que también con sus tecnología; estas empresas deben ser seguramente grandes transnacionales sobre las cuales los gobiernos occidentales no pueden actuar; ya no son nacionales sino que internacionales  El otro aspecto es el aperturismo de gran parte del Occidente a las importaciones, que podría considerarse hasta dogmático, donde Chile tiene una de las características más extremas.

No comparto en forma plena que la mayor responsable de esta delicada situación sea China. Muy alta responsabilidad la tiene EE UU que es la primera potencia económica mundial, que su economía dobla a la china y que es la nación que posee la moneda más importante que participa en las operaciones internacionales ya sea como medio de pago o como unidad de medida de valor o de precio. La disponibilidad de dólares en el mundo es de su exclusiva responsabilidad, y su expansión o emisiones son posiblemente exageradas, por ser una nación que gasta más que los ingresos que genera.

Sin duda puede que no sea fácil que EE UU corrija esa realidad; parecería más fácil que China aprecie su moneda. Cabría preguntarse ¿hasta dónde China debería sacrificarse a favor de un gran y poderoso país que no reduce su exagerado bienestar actual a favor de su crecimiento y de su bienestar futuro. En las democracias es más difícil hacer estas correcciones, ya lo estamos viendo en Francia con el rechazo amplio y casi violento a una medida que parece madura como es retardar la edad de jubilación para cubrir profundos desfinanciamientos que tienden a agudizarse con el aumento de la esperanza de vida, consecuencia del desarrollo mismo.

La otra posibilidad que plantea Larraín en este interesante artículo “es que China no ha asimilado que dado su tamaño ya no puede comportarse en ningún ámbito como economía pequeña”.

Dudo que China no esté al tanto de eso.

Sin duda que una nación pequeña si tiene su moneda devaluada progresa sin producir mayor daño al resto del mundo. Si lo hace una nación poderosa, su efecto perjudicial hacia el resto será mayor y en el caso de China éste será creciente.

El autor supone que EE UU y Europa reaccionarán, no tolerando que empresas se sigan vendiendo a firmas chinas  o que se trasladen al país asiático con la consiguiente pérdida de empleo. Pienso hasta dónde esto ya no sería tardío y hasta dónde es posible impedirlo; cuántas empresas pueden quebrar con la competencia de productos importados de bajo costo y para salvar su patrimonio deben emigrar con sus inversiones reales a otros ambientes. El impedimento tendría que estar posiblemente apoyado con restricciones a las importaciones, dentro de las cuales podría parecer la elevación de los aranceles.

La ideología de que todos los participantes juegan con las mismas reglas parece una utopía. Son reglas que realmente pueden tener una aprobación unánime y que después deberá buscar forma en que esos compromisos derivados de su aprobación, se cumplan.

Será posible que se pongan en vigencia reglas para establecer los tipos de cambio o para  los cambios en las tasas de interés. Será posible imponer a un país soberano que modifique su tipo de cambio que a él más le conviene, para favorecer al resto del mundo o a otros países que no hacen o no pueden hacer sacrificios para ahorrar más y para cerrar sus déficit.

He oído planteamientos en Europa en contra de la política de Alemania de ahorrar porque si el país germano gasta más, favorece a otros países especialmente de la Zona del Euro.

Interesante el planteamiento de que “La obcecación con la subvaluación del yuan puede llevar a una guerra cambiaria y, de persistir ésta, tendrá repercusiones comerciales”

Creo que podría plantearse la duda si EE UU y los países de la Zona del Euro podrían participar en una guerra cambiaria. No se sería posible pensar que desde hace bastantes años EE UU probablemente en forma involuntaria vio reducir el valor del dólar, frente al euro especialmente, pero al parecer sin resultados positivos para mejorar sus déficit especialmente de su comercio exterior. En cambio China pegó su yuan al dólar con lo cual se vio favorecida.

Larraín destaca el poder político que el Presidente chino, Wen Jiabao, sobre su país. Puede pensarse que ese poder en parte proviene de la positiva política económica que ha llevado para su revolucionario crecimiento, para ampliar el empleo con mayor ingreso y para que el país refuerce su poder internacional no sólo en lo económico sino que también en lo político y en lo militar.

Advierte el autor del artículo que “la guerra cambiaria se siente y si no se pone freno pasaremos a la comercial. China tendría responsabilidad sobre sus consecuencias”. Cabría preguntarse si realmente China es la culpable principal o hasta dónde el modelo del aperturismo extremo de parte importante del mundo desarrollado sea el culpable principal de donde hoy nos encontremos.

Es interesante lo que plantea Larraín en su segundo escenarios, en cuanto a si China aprecia su moneda no pueda generar una desaceleración de su crecimiento económico al extremo que pueda conducir a una crisis bancaria y a la recesión. De darse esa situación, sería probable que la economía chilena fuese seriamente afectada, hoy favorecida por la fuerte demanda china por el cobre y por otros productos chilenos de exportación.

Ilustrativo para muchos es lo que se refiere en el artículo sobre el llamado “efecto Balassa-Samuelson” que se traduciría en que “mientras más crezca la productividad respecto de sus socios comerciales, más apreciada debe estar la moneda de un país.

Ésta es una teoría que podría tener base en un comercio internacional en plena libertad, pero eso no se da en la realidad. Los tipos cambiarios en parte importante del mundo han sido establecidos por sus autoridades económicas, por sus gobiernos o por sus bancos centrales. El tipo cambiario es una herramienta económica muy importante, como lo ha demostrado China y como también lo hicieron sentir Chile y Argentina, cuando sus economías fueron seriamente afectadas por la congelación del valor de la divisa; Chile casi tres años con un dólar a $ 39 y Argentina unos diez años con la paridad 1 entre el peso y el dólar, paridad que tan apoyada fue por el FMI, que hoy recomienda a China revaluar su moneda.

Los antecedentes que se exponen llevan a plantear que una revaluación de un 22% o más no originaría mayores problemas, afirmación que me parece dudosa en sus efectos estimados.

Fuerte argumento da el Presidente de China, “una apreciación drástica sería una catástrofe por dos razones. Por un lado, muchas empresas chinas perderían competitividad al punto que quebrarían y, por otro lado, ello llevaría a un masivo flujo de chinos de vuelta al campo”. Además agrega”. Hay un tercer factor relevante de preocupación. Si una apreciación de 22% generaría quiebras masivas de empresas, ¿qué pasaría entonces con la banca china?

Interesante lo que más adelante plantea el autor sobre el efecto de una fuertes revaluación del yuan, una mortalidad de empresas chinas y de bancos que son básicamente estatales. Los tres trillones de reservas que posee el país asiático tendrían que ser destinados para salvar los bancos y para financiar el gasto anticíclico. Además la desaceleración de China podría detener o postergar el despegue de los países desarrollados, “dado sus altos niveles de endeudamiento y ya masivas expansiones monetarias” que “se encuentran con limitados espacios de respuestas”. Agrega que los precios de commodities caerían.

Debe tenerse presente que parte importante del crecimiento económico del mundo de hoy es consecuencia de la revolucionaria expansión económica de China, que no sólo aumenta al demanda de bienes de consumo para su población que ve aumentar sus ingresos, sino también por la demanda en el mundo por esos productos de consumo final, por materias primas y por bienes de capital para sus enormes inversiones.

El autor termina con la afirmación “China debe asumir que su actuación debe atenerse a reglas de convivencia comunes. En el plano cambiario esa regla se llama Balassa-Samuelson. Ser competitivos manteniendo artificialmente subvaluada la moneda se hace contra los socios comerciales”.

Sin dudas China, con la capacidad de sus gobernantes debe estar consciente de esta realidad; es muy difícil que lo haga con correcciones violentas y menos aún que aparezcan como respuestas a presiones externas. Si sigue con su política cambiaria afectará aún más a la economía mundial y con ello perjudicar más adelante a sus mercados externos.

Me quedo con la duda o la seguridad que gran parte de la economía mundial esta hoy manejada directa o indirectamente por China, quien cada día va ganado más poder en este frente y en otros, como en la política mundial y en lo militar.

Parece lógico lo que Larraín plantea al final del artículo. “Mientras más demora la corrección cambiaria, más probable es que pasemos a la guerra comercial, más se acumulan en China sus desequilibrios y más costoso para ellos será el ajuste”. “Y para nosotros también”.

Ya se observan las primeras batallas en la guerra comercial que podría tomar magnitud. La Zona del Uuro ha empezado a establecer aranceles a importaciones provenientes de China y el Parlamento de EE UU está tratando de legislar al respecto. Varios países han empezado a tomar medidas para que sus monedas se devalúen. Está también el ejemplo de varios países que están en fuerte crecimiento y con repercusiones positivas en el empleo, que tienen aranceles importantes a los productos industriales importados.

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