Medicina natural, actualidad y economía

El enfrentamiento a la pandemia del COVID-19 merece un enfoque muy diferente, se le debe considerar como una situación de guerra. El Gobierno debería usar logística militar en alimentación en tiempos bélicos.

El enfrentamiento a la pandemia del COVID-19

No debe limitarse por recursos financieros fiscales las entregas de alimentos y dinero para cubrir necesidades básicas, como se ha hecho para atender la epidemia por el sector salud. Dar dinero y alimentos es un procedimiento preventivo que debe merecer especial atención. Prevenir es de menor costo que curar, además evita muertes o que queden personas dañadas física y/o mentalmente.

La situación de Chile es preocupante. La epidemia se extiende en forma alarmante. Se hace presente la falta de alimentos al nivel de hogar, incluso el hambre derivada principalmente del desempleo y cesantía. Eso puede conducir o agravar la violencia.

Los esfuerzos alimentarios han sido sólo de efectos parciales.

El Gobierno en improvisado pronunciamiento anunció el reparto de dos y medio millones de canastas en que van principalmente alimentos para una familia de cuatro personas que alimenta al grupo familiar por dos semanas. Este tema merece un análisis aparte.

Lo que es muy importante que lleguen a las familias necesitadas son recursos especialmente monetarios. Se están logrando importantes avances en este terreno.

Hay varios otros esfuerzos parciales gracias a las intervenciones de las municipalidades y otros donantes. Se han establecido las llamadas ollas comunes en la que se hace presente la solidaridad en las poblaciones y de terceras personas.

 

El Banco Central debería poder prestarle al Gobierno en caso de calamidad pública y no estar utilizando recursos limitados de fondos soberanos en moneda extranjera.

Tener presente que la Constitución vigente solo permite que el Banco Central preste al Gobierno en caso de guerra o temor de guerra; no debería ser difícil lograr con rapidez una reforma constitucional  y las modificaciones legales necesarias para disponer recursos requeridos para esta guerra contra este virus sin tener la sombra de recursos financieros limitados, como no ha sucedido con los gastos y las inversiones para atender la salud, para impedir muertes.

Tema aparte es analizar de dónde provienen esos fondos soberanos. Se ha mencionado que se han generado por ahorros fiscales, en circunstancias que el país no ha tenido recursos como para cubrir las deudas hospitalarias y  superar las listas de esperas en el sistema de salud con sus nefastas consecuencia. La deuda histórica al profesorado, como ampliar y mejorar el sistema carcelario, y varios otras situaciones de esa naturaleza.

Tengo la impresión que parte importante de esos fondos provienen de recursos del Fisco destinados a comprar divisas para evitar que el valor de ellas lleguen a niveles muy bajos, como consecuencia de no tener una política cambiaria transparente en que se contemple importante participación el Banco Central.

La caída del valor de la divisa de estos últimos meses, se atribuye como uno de los componentes de las causas, la obtención del Fisco de recursos en moneda nacional por la venta de divisas provenientes de esos fondos soberanos.

Se ha hecho sentir y apreciar una realidad que mayoritariamente parecía poco conocida. La existencia de campamentos y la alta participación del trabajo informal que se nutría principalmente de un derrame de los ingresos de sectores de niveles altos y medios. En el empleo se destaca la informalidad, parte importante ilegal en la venta callejera alimentada en gran parte por redes también ilegales y posiblemente muchas de ellas delictuales.

En Santiago, además de la venta callejera, ésta se hacía presente en los medios de transporte, buses y Metro. Cantantes y otros tipos de artistas, individuales y hasta en grupo. Era imposible hacer cumplir las disposiciones legales u otros reglamentos que prohibían estas ventas y de las actuaciones antes señaladas, sin llegar a la violencia. Mucha venta se fue ampliando en la oferta de alimentos, especialmente sandwiches (emparedados), jugos y frutas frescas preparadas, principalmente a los entrantes o salientes de las estaciones del Metro que se dirigían a sus lugares de trabajo.

Fueron en forma creciente malabaristas y otros tipos de actores que en las esquinas,  se presentaban aprovechando las detenciones de vehículos frente a los semáforos. Algunos de ellos de calidades extraordinarias, a veces actuando en pareja o en conjuntos más amplios. Personas que hacían maravillas con una pelota de fútbol.  Otros con juegos con cuchillos o utilizando antorchas, alguno lanzando bocanadas de fuego comprometiendo su salud.

No pocos conductores les daban una moneda.

Esas actividades han casi desaparecido.

Por otra parte desde antes se hace presente la delincuencia callejera, los robos hormigas en supermercados hasta llegar a saqueos. Los robos hormigas se han reducido especialmente por las cuarentenas. Los robos de automóviles empiezan a ser a diario y la droga, especialmente en las poblaciones se agudiza, generando fuente de empleos e ingresos importantes.

A pesar del toque de queda se dan ataques en casas particulares.

Quizás lo que ha sido más significativo, especialmente con la globalización que se fue estableciendo en Chile, con una apertura general agudizada por convenios o acuerdos internacionales que establecen nulos o muy bajos aranceles, lo que fueron paulatinamente debilitando la industria manufacturera tan importante en la generación de empleo, afectando a rubros nacionales que casi han desaparecido tales como textiles y de la confección, cuero y calzado, metal mecánico, materiales para la construcción, línea blanca, etc. Contribuyó a lo anterior la ausencia de una política cambiaria.

Todo ello ha ido dejando estructuralmente una inmensa cantidad de trabajadores desempleados, mucho de los cuales han debido pasar a la informalidad. Frente a este triste efecto económico y social no se ha observado mayor reacción; se habla maravillas de la globalización y la apertura a los mercados externos.

Ello nos ha permitido disponer de una gama muy amplia de productos manufacturados en el extranjero a bajos precios; pero esto  costa de la destrucción de buenos empleos en empresas que han desaparecido y no pocas de ellas han mantenido actividades a base de comercializar productos importados.

Recordar que el señor Trump fue elegido Presidente de EE.UU gracias a la votación de los que dejaron de trabajar en grandes empresas que abandonaron el país para irse a otros donde el costo de la mano de obra es menor.

El libertinaje en las importaciones nos ha llegado hasta traer a granel ropa usada, incluso parte de ella son desechos contaminantes de países desarrollados, que terminan dañando  vertederos como ha sucedido en Iquique. Llama la atención cómo se han abierto tiendas en Santiago para vender con bastante publicidad a bajos precios ropa usada.

Qué triste que ello ha llegado a hacerse presente en Chile, frente a la pasividad de la población y al respaldo de muchos sectores intelectuales.

Cuánto se hablaba en Chile en el antiguo lejano de la necesidad de desarrollar las industrias y tuvimos avances notables con el apoyo del Estado. Cabe recordar especialmente las manufacturas de cobre y de otros metales.

Cuánto se ha hablado de darle más valor agregado a nuestras exportaciones de productos primarios; de eso se sigue hablando,  pero la realidad es de que se sigue en retroceso. Ya casi  no elaboramos el cobre en Chile, y gran parte del que necesitamos es ahora importado.

No tenemos políticas de empleo, ni cambiaria, ni arancelaria.

Una buena fuente de empleo ha sido el de la construcción, que ha quedado en gran parte paralizada por las cuarentenas. Además esta actividad tiende a presentar ciclos de actividad.

La pandemia ha hecho casi desaparecer las actividades turísticas, las que habían tenido un fuerte desarrollo; por otra lado los restaurantes, como también parte importante del comercio, han debido cerrar. Las  líneas aéreas están paralizadas y los aeropuertos casi sin actividad.  El transporte interurbano está casi totalmente paralizado.

Se suma a todas estas calamidades la sequía en parte importante de nuestro territorio, que se prolonga por varios años. El año pasado ha sido uno de los más adversos de nuestra historia y éste se avecina con características similares o peores. La sequía genera escasez de agua para  las familias rurales, para animales y desde luego para la agricultura;  dos razones para disponer de menos alimentos en las zonas rurales, carencia de producciones para autoconsumo y de ingresos para adquisiciones.

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