Días atrás en el programa El Primer Café en Radio Cooperativa oí una crítica generalizada de los participantes invitados al programa a la nueva legislación. Me llamaron la atención esas unánimes opiniones, ya que reflejaban bastante lo que yo pensaba al respecto. Lo consideraban como una idiotez. Uno de los participantes era un sacerdote; se hizo referencia a que por la escasez de oficiantes era frecuente que ellos los fines de semana debían realizar varias misas; el vino que necesariamente bebían los dejaba por esos consumos como infractores de la ley.
También se ha señalado que consumiendo un par de manzanas ya el test lo puede señalar como infractor; también se hace mención que un chocolate relleno de licor igualmente generaría una indicación delictiva. Los diabéticos mostrarían permanentemente un resultado adverso; deberán llevar un certificado que acredite su anormalidad.
Ayer ya he oído a varios parlamentarios opinando adversamente sobre esta legislación. Se le señalan varios defectos, incluso se le califica de una legislación improvisada, se podría decir inmadura. Uno se pregunta si las comisiones del Parlamento no tienen asesores que ayuden a evitar que se legisle con estos errores.
Se ha descubierto que gran parte de lo que sobre el tema se legisló, lo contienen las disposiciones legales anteriormente vigentes, pero con la ventaja que éstas le daban al policía flexibilidad para aplicarlas con inteligencia y criterio.
Más adelante se sigue analizando el tema.
La bebida alcohólica, especialmente el vino, constituye parte tradicional del consumo del adulto chileno en la mesa familiar; se puede decir que esa forma de consumo es como una clase para los hijos. Recuerdo a ese gran profesor de nutrición de la Universidad de Chile, Dr. Julio Santa María Santa Cruz, que decía que el vino es un alimento; pero rechazaba a los destilados alcohólicos. Esto era por los años 60 del siglo pasado. En la actualidad se conocen muchas nuevas cualidades a este noble alimento que es el vino, consumido prudentemente.
El vino constituye un acompañamiento habitual y conveniente de ciertos consumos. Comer una empanada con un vaso de vino tinto es algo normal y es un buen hábito. Una parrillada sin vino, sin duda que para muchos es una anormalidad. El pescado como que requiere un vino blanco heladito. Muchos más ejemplos podrían darse.
Incluso representantes de la policía han señalado desconocimiento sobre los niveles de consumo o sobre qué consumos no alcohólicos llevarían resultado del test a niveles críticos.
Nada se ha informado después de cuánto tiempo de un consumo normal de vino o de un pisco sour desaparece el nivel delictual.
No es extraño que un grupo familiar salga de paseo a los alrededores de Santiago en los días festivos o en sábados y tengan un almuerzo familiar, habitualmente con un consumo prudente de vino o cerveza; ya el jefe de familia no podrá compartir con agrado ese encuentro familiar. Se pueden mencionar varias otras reuniones similares.
Pienso en un restauran de comida típica chilena, que dispone de seguros estacionamientos; cómo van a ser perjudicados. Un pisco sour inicial o una vaina y un par de vasos de vino tinto consumido por un adulto durante un abundante y pausado almuerzo, con toda seguridad no alterará mayormente la capacidad de conducir; muy distinto es el caso de la juventud que va a las discotecas preferentemente a tomar licores destilados y a otros arreglados de alta graduación, con bajos consumos de alimentos.
Pensemos en los restaurantes de Pomaire, con esas inmensas empanadas y esas comidas tan chilenas y muy típicas, incluso con vinos provenientes de la zona.
Uno puede preguntarse, hasta dónde estas exigencias y este temor a ser delincuente con fuertes sanciones, alterará las prácticas de vida saludable y de vida familiar compartida que se tienen y que incluso se pretende fomentar.
Se ha podido apreciar en la televisión los controles en marcha blanca que se han hecho y las reacciones bastante disímiles de los entrevistados.
Contrasta estas nuevas restricciones, tan discutibles, con lo que se puede observar en las autopistas en el incumplimiento sin control ni sanción de los excesos de velocidad.
Se habla que en las autopistas también se harían ahora los controles; parece muy difícil y riesgoso hacerlo; al ingreso a ellas parece imposible como también dentro de las autopistas. Es posible que se haga a la salida de ellas, pero es probable que ello agudice los atochamientos. Uno tiene derecho a pensar que este anuncio de control en autopistas difícil de concretizar, sea sólo para evitar que estos “nuevos delincuentes” se cobijen en ellas para evitar los controles.
Es molesto observar cómo en las carreteras tampoco se respetan los máximos de velocidad; habitualmente si uno los cumple, se siente agredido por los que no lo hacen; se apegan a uno como para motivar el aumento de velocidad y para el momento oportuno adelantar.
No deja de ser frecuente que en las carreteras se coloquen restricciones de velocidad porque se están haciendo obras; terminadas éstas, las restricciones se mantienen innecesariamente, ello mismo contribuye a que la señalización no sea respetada. Además es muy extraño que actualmente se controle los excesos de velocidad, como lo era tiempo atrás.
Hay señalizaciones muy extrañas; yo circulo bastante por el Camino a Lonquén; me he encontrado con la sorpresa de que antes con anterioridad a la llegada de un semáforo en el cruce con Santa Ana, se señalaba una velocidad de 50 Km,; ahora se ha colocado 60 Km. Más grave es en la pista de sur a norte, esta señalización es de 60, cuando antes de llegar al cruce la pista tiene un desvío a la derecha poco antes de llegar al semáforo. Recuerdo que no hace mucho hubo un grave accidente fatal al chocar un vehículo a alta velocidad con el borde inicial de ese desvío. En aquel entonce se señalaba una velocidad máxima menor que la nueva.
Los ruidos molestos, los automóviles con escape libre parecen ya no controlados ni sancionados; a ello se puede agregar las motos con ruidos aún más intensos, que se hacen sentir especialmente en las noches,
Extraña que las carreras de autos clandestinas no parecen ser impedidas ni sancionadas; a los que las practican debieran quitárseles las licencias y además ser sancionados los dueños de los autos, que no es extraño que sean unos de los padres del corredor clandestino. Es probable que ello no pueda hacerse porque aún no exista la disposición legal para hacerlo. De eso debieran preocuparse los legisladores,
No sería preferible que las limitadas disponibilidades policiales se dediquen a controlar y evitar esos excesos más riesgosos, que estar controlando si un conductor tomó un vaso de vino en un almuerzo o si un diabético no lleva un certificado que justifique su problema de salud. No será conveniente que uno se consiga un certificado de la enfermedad para evitar que un consumo insignificante de vino, cerveza o de un licor, lo deje como delincuente, delito que incluso pudiera derivarse del consumo de unas manzanas o unos jugos frescos de esa fruta.
Porqué no se establece un sistema de registro y control de los excesos de velocidad en las autopistas que además de sancionar al dueño del vehículo se pueda hacer el seguimiento del delincuente y ser anunciado a la policía para que se le sancione al conductor al momento de salir de la autopista.
Que poca información se da sobre el tiempo de espera para que el test dé un resultado favorable después de un almuerzo habitual con un consumo prudente de vino o cerveza. Basta un par de hora o se requiere muchos más.