Medicina natural, actualidad y economía

Interesante debate parece iniciado en la sección “Cartas al Director” del Diario El Mercurio sobre el tema de los exámenes de grado para la obtención del título universitario de abogado

Lo veo iniciarse por una primera carta enviada por una alumna egresada de derecho de una universidad, quien se está preparando para dar el examen de obtención del título profesional. Presento a continuación el texto de la carta.

 El temido examen de grado

14 de junio de 2023

   Señor Director:

    Me encuentro preparando mi examen de grado de la carrera de Derecho, el temido examen oral en que uno se “juega” su título, donde son olvidados los cinco años de universidad con solemnes que valían 50% de la nota final. Las noches perdidas estudiando no valen nada si no se aprueba el grado.

    Durante este proceso he ganado ansiedad, depresión, crisis de pánico recurrentes, medicamentos y visitas al psiquiatra. He perdido amigos, más de una fiesta familiar y muchas noches sin dormir. Pero mi caso no es especial, puede encontrarse en las diversas investigaciones realizadas por distintas facultades de Derecho. Todo lo anterior es decurrente en las conversaciones que mantengo con mis excompañeras de universidades, abogados, docentes e inclusos administrativos de la universidad, quienes reconocen la dinámica, pues todos la sufrieron.

    Es aquí donde me cuestiono, ¿es realmente necesario? ¿Debería un examen definir la carrera? ¿Es correcto que afecte de tal manera? Y la pregunta que más me preocupa es,                     ¿cómo es posible que hombres y mujeres que trabajaron para defender la justicia y el bien común no sean capaces de cambiar un sistema que los afectó tan profundamente, para que nunca más alguien tenga que sufrirlo?

    Creo que es necesario encontrar, una solución a esta dinámica tan tóxica. Quizás una práctica debiera ser el examen de titulación.

    Espero que los administrativos de las diversas universidades se den por aludidos y comiencen a generar un cambio positivo hacia la salud mental de sus estudiantes y futuros colegas.

    E,B.

 Egresada de Derecho

 

Ya han sido publicadas cuatro cartas, en días seguidos, que, con bien distintos contenidos y tonos de redacción, se refieren a la inicial de la egresada. Ayer primer día que no aparece una carta sobre el tema, pero hoy surge una nueva bien interesante.

Antes de referirme a las cartas, debo señalar que conozco varios casos de egresados de Derecho de la Universidad de Chile, afectados ya sea por el temor al mal resultado del examen o porque ya han sido reprobados, incluso algunos más de una vez, lo que les hace casi imposible llegar a obtener su título. Pensé que era problema solo de la Casa de Bello, pero, al parecer, se da para otras universidades.

Uno de los afectados, entiendo, que es nuestro actual Presidente de la República, quien no obstante ha nombrado recientemente como Ministro de Justicia a un destacado académico de esa universidad, profesor que al parecer mucho estima a nuestro presidente, desde que era su alumno.

Yo soy profesional formado en la Universidad de Chile, de la que obtuve gratuitamente dos títulos universitarios, los de ingeniero agrónomo y de ingeniero comercial. Debo señalar que por ninguna de las dos carreras debí pagar aranceles. En esos años nadie los pagaba.

Fui académico de la Casa de Bello por algo más de medio siglo, hice docencia en varias facultades y tomé exámenes de grado a muchos alumnos de distintas carreras, con una alta proporción a alumnos que hicieron sus memorias bajo mi tutoría o bien hicieron un trabajo de título en una de las facultades que no exigía la memoria. También hice docencia de postítulo y fui guía de tesis de magister a alumnos chilenos y extranjeros; esto fue en el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile (INTA), donde me correspondió ser coordinador de una de los dos magísteres que se desarrollaron allí.

También tuve la valiosa experiencia de ser profesor guía de un profesional de Universidad de Chile, entonces académico de la Universidad de Concepción, que obtuvo su doctorado en esa universidad sureña, en un Proyecto Convenio con una universidad italiana relacionado especialmente con el tema medioambiental.

Quiero hacer referencia más adelante, con mayor detalle, a mis impresiones sobre varias formas de desarrollar los exámenes de grado, en relación a la carrera de ingeniería comercial que tuvo varios cambios importantes en torno principalmente a cuando se tuvo dos sedes regionales en Santiago, la Occidente con sus características más bien históricas y la del Norte, de clara orientación de izquierda.

Tuve la extraña experiencia de ser docente de las dos sedes.

Actualmente soy un jubilado de 90 años

 

Volviendo al tema de la carta inicial. El primer cuestionamiento a ella viene de un distinguido jurisconsulto y profesor de Derecho Penal, ya de avanzada edad, pero algunos años menor que yo, que inicia la crítica a la carta de la egresada, discutiendo la frase “una dinámica tan tóxica”. Señala textualmente “Según el diccionario “tóxico” es lo perteneciente a un veneno o a una toxina. No tengo información confiable acerca de que el estudio para la licenciatura haya envenenado a alguien”.

Otro párrafo de esta carta que me parece conveniente extraer es el siguiente: “Si la preparación del examen es un verdadera “tortura” como la describe la señorita ….. , con gravámenes físicos, psicológicos, familiares, etcétera, quizás no debiera presentarse, ya que si reprueba, las culpas recaerán no en la postulante, sino en la “dinámica tóxica” representada por los miembros de la Comisión Examinadora”.

Una segunda carta al Director del diario, es la publicada el 16 de junio, que se le titula: “El “no” tan temido examen de grado”. La carta es de un Profesor de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

A mi juicio ella contiene un valioso material. Trata además respetuosamente a la egresada que mandó la primera carta. Sin dudas es una comunicación más cristiana que la primera.

Me parece conveniente copiar algunos de sus párrafos.

   “Su carta está basada en su experiencia subjetiva y por lo mismo ignora que en Chile el proceso de titulación como abogado es relativamente sencillo si se compara con los de otros países a los que generalmente queremos parecernos”.

Da varios ejemplos de países desarrollados. “En este sentido podemos decir que los alemanes no tienen uno, sino tres temibles exámenes de grado, los norteamericanos sus terroríficos bar exams; los ingleses tienen los SQE y LPC, los franceses un sistema que comprende dos exámenes, más una práctica y un proyecto pedagógico individual, y los españoles han ido aumentando progresivamente la regulación al acceso a la profesión legal, incorporando los (cuestionados) máster de abogacía”.

Entiendo que, en Chile, por lo que sucede en la Casa de Bello, se exige una memoria de título. He tenido la oportunidad de conocer varias de ellas de gran valor de contenido, que han sido de personeros políticos importantes.

Muy interesante a mi juicio es el último párrafo de esta carta. Dice así:

   “La apropiada regulación de la profesión legal ha sido señalada como de las mejores formas de descongestionar los tribunales, asegurar el conocimiento de las materias por parte de los abogados y mejorar la conducta ética de los mismos (Garoupa, 2011, O Governo de Justicia). En Chile debemos avanzar en esta dirección, lo que significa no hacer más laxa la entrada a la profesión legal, sino aumentar la exigencia académica, ética y práctica de forma estandarizada”.

Sin duda el tema de la ética es muy importante en esta profesión y en su profesorado.

Lamentablemente la ética profesional se ha ido decayendo en Chile, debido a mi juicio en parte importante al debilitamiento de los colegios profesionales. Cada día vamos teniendo porcentajes menores de profesionales colegiados. La Corte Suprema se ha caracterizado por apoyar la colegiación de los abogados, es una de las pocas instituciones del Estado que se ha preocupado de este tema. Pertenezco a los dos colegios profesionales de mis dos ingenierías y aprecio cómo ellos cada día se debilitan más.

 

La tercera carta, publicada el 17 de junio a mi juicio es muy importante, la subscriben nada menos que 23 abogados. Ellos respaldan plenamente a la autora de la primera publicación con que se inicia el análisis de este delicado tema.

Los firmantes señalan inicialmente que cumplen este año 20 años de egresados y que solidarizan con la carta de la recientemente egresada que dio origen al análisis de esta materia. Es interesante en esta parte de la carta, dos hechos, uno el de que los problemas parecen haberse agudizados y el otro, el que algunas universidades se habrían modernizado; puede esto último significar que se ha buscados sistemas mejores.

Se hacen la pregunta si es el examen de grado un instrumento útil para definir que quien egresa de Derecho puede actuar en la arena laboral. Señalan que hay razones de forma y de fondo para suponer que no es así.

   En cuanto a la forma, dudamos que tres profesores que nunca han interactuado con el estudiante puedan definir en 45 minutos si es apto o no para ejercer.

Me ha llamado la atención lo inmediatamente siguiente a lo anterior.  Además, hay casos en que los profesores utilizan estas instancias para lucirse, demostrar superioridad e incluso humillar. He tomado muchos exámenes de grado durante mi vida académica, y he captado en algunos casos que algo de lo anterior se hace presente, en académicos de no gran prestigio.

Se me presentó un caso con una universidad nueva, que creo que ya no existe, con un muy interesante proyecto académico de doctorado, impulsado por un profesional de gran prestigio nacional e internacional a quien mucho estimo, que logró el respaldo de una destaca universidad europea. Él, al parecer por razones de baja política ideológica, ya que un partido político de izquierda se adueñó de esa naciente universidad, fue destituido del cargo. El proyecto era de importancia para toda América Latina. Se incorporaron a él profesionales destacados y algunos de avanzada edad y de brillante trayectoria; entiendo que ello se debió a dos hechos, uno el prestigio de quien fue su organizador y primer director y el otro, el tener el respaldo de esa prestigiada universidad europea.

Yo ayudé en sus estudios a una académica de la mismas Facultad a la que yo pertenecía, desde luego menor que yo. Ella me invitó a que fuera a su examen de grado. Tuve la triste experiencia del trato académico que en el examen le dio nada menos que su profesor guía de la tesis. Terminó aprobado el examen, pero con una calificación muy inferior a la que creo que merecía. No me quedó dudas que su intervención era para él tratar de lucirse.

Es probable que, si yo no hubiese estado presente, habría sido reprobada. Con ese profesor nos habíamos conocido hace muchos años atrás. A él pretendía la política impulsarlo como nada menos a candidato a la Presidencia de la República.

Otro candidato a ese doctorado fue un destacado ingeniero civil, ya de edad avanzada, que había tenido importantes responsabilidades profesionales en una organización internacional. Estuvo encargado en los últimos años de su carrera, nada menos que de América Latina. Su profesor guía había sido el mismo del caso anterior.

Fui igualmente invitado por el postulante a su examen de grado. Me pareció muy importante asistir, especialmente por la experiencia del caso anterior.

Llegué a la sala de examen un poco antes de la hora citada. Estando yo solo en la sala apareció un profesional de Naciones Unidas, a quien conocía ya que había sido alumno mío y además varias veces nos encontramos en lugares de trabajo. Nos saludamos inmediatamente, él estaba un poco desorientado. Venía invitado a formar parte de la comisión examinadora como miembro externo. Le informé de los antecedentes del postulante y lo que había sucedido en el examen anterior.

El ingeniero, ahora postulante, llegó con su esposa. El examen se desarrolló en forma muy desagradable. Había alta posibilidad de que hubiese sido reprobado. Por ello seguramente el ingeniero no quiso que su esposa entrara a la sesión final informativa del  resultado del examen, por temor a su reprobación. Afortunadamente fue aprobado, pero con una muy baja calificación, en mi opinión, ella fue indignante. No pude alcanzar a conversar con él antes que se retirara del local; sin duda se fue profundamente amargado, como seguramente también su esposa.

Poco tiempo después invité a mi departamento a ese destacado profesional impulsor y director por corto tiempo del proyecto y a los dos alumnos antes mencionados.

Posteriormente, me encontré con el profesor invitado, exalumno mío. Yo le pedí información de lo sucedido y me señaló que había sido muy desagradable. Pienso que de seguro habría sido reprobado, si no es por la participación de este profesional externo.

Volviendo a la carta de los 23 abogados, en ella aparece el párrafo en lo referente al fondo. Ya se ha analizado la forma.

En cuanto al fondo, es cuestionable que sea necesario memorizar cantidades astronómicas de materia si terminan preguntando una centésima parte, y muchas veces de poca aplicación como “la anticresis”. Sería mucho más fructífero si fuera un examen de aplicación. ¿Por qué no hacerlo en formato escrito, con estudios de casos, y con códigos abiertos? En efecto, para el ejercicio del Derecho, el profesional siempre tendrá su Código en la mano.

 Nota: Significado de anticresis: Contrato por el cual el deudor permite que su acreedor pueda disponer de los beneficios de la finca que le entrega en garantía, con la obligación de aplicarlos al pago de los intereses y a la amortización del capital

Último párrafo de la carta.

   Invitamos a la comunidad académica y al mundo del Derecho a la reflexión. Por supuesto, es necesario contar con un examen final habilitante para ejercer esta carrera, pero si ello implica crisis de pánico y visitas al psiquiatra, es señal de que la discusión es necesaria.

Cuarta carta, hasta ayer la última, publicada el 18 de junio. No pude identificar antecedentes del autor. Estimo que sus opiniones y sugerencia son muy interesantes y positivas

En mi opinión es una comunicación muy respetuosa, que entrega interesantes sugerencias. Menciono algunas.

Al referirse a lo que expresó en su carta un profesor anterior “Da en el clavo el profesor al señalar que “el Derecho se aprende estudiando” y “se ejerce pensando”. El problema es que el examen, más que invitar a pensar, requiere memorizar. Entonces sorprende que no exista mayor cuestionamiento dentro del mundo de la abogacía en torno a si el examen está realmente cumpliendo su objetivo.

Me ha parecido conveniente incluir todo lo restante que contiene la carta.

    Muchos de los que aprueban el examen – siempre habrá excepciones – se olvidan de lo “estudiado” (memorizado) a los pocos meses, por lo que creo que el mecanismo de evaluación podría ser mejor.

    El consejo del profesor a la señorita….., señalando que “quizás no debiera presentarse”, dista de ser la solución. A mi juicio, el problema se resuelve elaborando un examen que mida conocimientos – que no es lo mismo que verbalizar lo memorizado – interpretando las normas y aplicando lo estudiado a casos prácticos que aproximen al alumno a la realidad del ejercicio de la profesión.

    El principal factor que lleva al estrés y ansiedad en este examen es la incertidumbre de verse expuesto a preguntas a boca-jarro en que, preso de los nervios, un alumno puede no ser capaz de responder. Una modificación al estilo “aprender haciendo” creo que bajaría considerablemente los niveles de tensión, además de medir de mejor manera los conocimientos y aptitudes de los futuros abogados.

 

Paso a otro tema en parte relacionado con el de los exámenes de grado para abogados, pero sí con estos exámenes en general.

Como ya lo he señalado anteriormente, he tenido bastantes experiencias interesantes en el tema de las graduaciones profesionales.

Hay casos particulares que he conocido y no siempre presenciados. Recuerdo un examen de título de un alumno de una de las escuelas de la Universidad de Chile de la cual yo era académico. Se le sacó mal en el examen final; ese alumno que tenía las mejores notas del curso, era como se dice el primer alumno. En mi opinión, esas cosas no deberían suceder. Seguramente es profesional no olvidará en su vida lo sucedido.

Otro caso que no olvido fue en el examen final de uno de los dos magísteres que tenía el INTA. Uno de los alumnos que era médico, buen estudiante de ese posgrado, estuvo a punto de salir mal porque tuvo dificultades en su exposición para proyectar las diapositivas, por lo cual no fue buena o perfecta su exposición. Yo asistí al examen por ser coordinador del otro magister, el de ese alumno no pudo asistir. Afortunadamente logré que no se le reprobara.

Fuerte para un profesional que hace el esfuerzo de obtener un posgrado, salir reprobado. Se perjudica su imagen. Creo conveniente señalar que esos posgrados exigían aprobar una tesis, antes del examen final.

A mi juicio debe evitarse en lo posible reprobar a un buen candidato, por su actuación de unos pocos minutos o, por un error cometido. En la vida hay días buenos y días malos para las aptitudes de cada uno de nosotros.

Un tema muy especial a mi juicio es el de la evolución del sistema de examen de título.

He participado en muchos, especialmente en ingeniería comercial de la Universidad de Chile. Dos circunstancias se dieron para ello, una, la más importante que yo fui profesor guía de muchos postulantes, por ello debía asistir. La otra razón se dio mientras trabajé en la CORFO, que de la Secretaría de la Facultad varias veces me pedían a última hora que fuese a tomar exámenes por fuerza mayor, que motivaba que el Decano no podía presidirlo. Yo trabajaba cerca de esa secretaria. Además, era profesor relativamente antiguo.

Fuimos perfeccionando el sistema; muchos postulantes llevaban años de trabajo profesional como egresados de la carrera. Llegamos a estimar que era importante conocer esos antecedentes y analizarlos con el postulante. Además, llegamos a considerar que el examen mismo era como realizar una clase universitaria importante, en que todos aportábamos a ella y recibíamos mayores conocimientos y experiencias. Conocer el contenido de las memorias y el análisis de ellas es muy enriquecedor para todas las edades.

Para mí era muy agradable ver al examinado tranquilo en el desarrollo de toda la sesión.

El sistema cambió cuando se crearon dos facultades de ciencias económicas y administrativas, consecuencia del nuevo estatuto de la Universidad de Chile, que estableció las sedes regionales en las que un vicerrector la encabezaba. En la Región Metropolitana se establecieron cuatro sedes. No en todas las sedes estaban todas las facultades. En Ciencia Económicas y Administrativas quedaron dos sedes, la Occidente y la Norte; la primera siguió la línea tradicional y la Norte una más de izquierda. Se produjo una división en el estudiantado.

Mi asignatura, denominada Economía Agrícola, quedó en la Occidente. Tuve una experiencia especial, una vez haciendo clases un alumno pidió la palabra cuestionando mi clase, por las materias que estaba pasando relacionadas de alguna con la teoría económica. Hablaba de la demanda y la oferta y de las elasticidades de precios y de ingresos, materia muy importante en el efecto del desarrollo en la demanda de productos agrícola En otro lugar de la sala otro habló de lo mismo, hubo un tercer y cuarto que intervino. Se estaba siguiendo una táctica especial.

Yo decidí de inmediato suspender la clase y pedir al curso que me evaluaran y me informaran del resultado de la evaluación. Si era negativa decidía renunciar a la asignatura. Recuerdo que en la tarde llegó el delegado del curso a avisarme que me pedían que continuara con mis clases y que me evaluarían al final del semestre.

Lo extraño que al poco tiempo sucedió, que un coordinador de la Facultad Norte me pidió que dictara una nueva cátedra, la de Comercialización Agrícola, y así lo hice.

Fueron años no fáciles para la carrera y desde luego para la Universidad. Después del Golpe Militar se desarrolló una situación bastante compleja. Muchos alumnos fueron marginados de la Universidad basado en las asignaturas que siguieron. Varios pudieron seguir gracias a que habían cursado a lo menos una de mis asignaturas.

En la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas las autoridades llegaron a cambiar el sistema de graduación. Lo tradicional cuando uno tenía un memorante a su cargo, asistía a la sesión en que se tomaba examen a varios egresados. Después un guía de memoria solo podía asistir al examen de su memorante. Uno tenía que seguir esperando el turno para entrar. No era una situación muy agradable.

Recuerdo que en una oportunidad de esa nueva situación, el alumno que debió entrar antes de mi memorante, era un egresado que varios años había trabajado en la Dirección de Presupuesto en la preparación especialmente del presupuesto de capital; lo conocí porque estaba encargado de trabajar en la preparación del presupuesto para los aportes a CORFO. Ese alumno salió reprobado. Realmente eso me amargó.

Después de ello, se me invitó al examen de mi memorante. En cierto grado de inmediato privadamente le reproché a uno de los profesores que conocía bastante el  haber reprobado al examinado anterior. Me dijo que había sido un muy mal examen.

Al final del examen de mi memorante, ese profesor me dijo que este examen había sido brillante que le habían dado ganas de abrazarlo para felicitarlo. La nota que se le puso fue solo de un cinco.

Mi memorante al salir del examen, me dijo que de haber sido reprobado, él inmediatamente habría ido a renunciar a un cargo que tenía de relativa importancia en una importante comisión dependiente del Gobierno.

En esa época llegó hasta establecerse tomar el examen de grado escrito. Aprobando solo la mitad de los postulantes, al establecer que lo aprobaban solamente aquellos que sacaban una calificación mayor a la del promedio. Cuesta pensar cómo se llega a esos extremos; varios de mis memorantes debieron ser sometidos a ese procedimiento.

Me decían que trataban de estimar de qué profesor era la pregunta, para así responder a lo que ellos estimaban que les dijesen.

Dejé de ser académico de la Facultad, al ser eliminada mi cátedra, a pesar cuando recientemente se me había pedido que dictara una nueva que se denominó “Políticas Agrícolas”.

Las razones de la eliminación de mi cátedra de Economía Agrícola a la que llegué a ser profesor titular por concurso de antecedentes, y ejercerla por veinte años, se me dijo indirectamente era porque la economía era solo una y no se justificaban las economías sectoriales.

Esa pérdida de la cátedra sirvió para pasar a ser considerado “exonerado político”, pero sin ningún beneficio especial ya que continué siendo académico de la Universidad de Chile en otra facultad.

Le hice llegar al Rector de entonces, un general de ejército, señalando que por qué seguía siendo académico en otra facultad. Tuve que reiterar mi pedido de respuesta, para terminar con una del Pro Rector opinando muy positivamente que siguiera siendo académico de la Universidad de Chile.

En el día de hoy, 20 de junio de 2023, apareció en El Mercurio una nueva e interesante carta a su Director. Se titula, simplemente “Examen de grado”, viene firmada por un médico, académico de la Universidad de Chile. Me parece conveniente incluirla in extenso.

Examen de grado

    Señor Director:

    En relación con el intercambio de opiniones de opiniones respecto al examen de grado para obtener el título de abogado, simpatizo con la estudiante E.B, quien inició este interesante debate. Sin duda creo que la memorización de extensos contenidos para un examen único no definirá las competencias de los futuros abogados.

    Con mis más de 30 años como académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, reconociendo las diferencias entre la medicina y las “Leyes”, me parece relevante dar a conocer los exámenes de Pre Grado(al menos cuatro), vigentes para obtener el título de médico y que se dan una vez terminados los respectivos cursos en los últimos dos años de la carrera. Esos exámenes son Medicina Interna, Cirugía, Pediatría y Ginecología/Obstetricia. Lo interesante es que estos se basan en gran medida en la discusión de un caso clínico, a partir del cual se inicia el examen oral por parte de una comisión de dos a tres académicos. Luego se derivará en otros temas de la especialidad, para evaluar mejor los conocimientos y competencias del estudiante examinado.   

     Creo que estos exámenes permiten no solo medir los conocimientos, sino al mismo tiempo capacidad de análisis y de reflexión a partir de un caso del “mundo real”.

    Tal vez sirva este modelo para aplicar en oras carreras, como en las escuelas de Derecho, y así evitar lo manifestado por la angustiada estudiante.

                                                             Dr. ………

                                                            Académico de la Universidad de Chile 1987-2018

 

Termino este extenso artículo manifestando la importancia que tuvo la carta de ese alumno, quien es mujer, y que el director del diario la haya publicado dando respaldo a tan interesante tema. Estimo que se ha logrado acumular una serie de elementos e informaciones muy útiles para la docencia universitaria.

No sería extraño que se publiquen algunas cartas adicionales.

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