Una auténtica democracia tiene su gran cimiento en su Constitución. Debe ser uno de los orgullos nacionales, posiblemente de más importancia que los otros tradicionales: la Canción Nacional, la Bandera y el Escudo patrio. Apreciar y conocer su constitución aporta mucho a la cultura de la población, en un amplio sentido de la palabra, especialmente de la cultura cívica.
Nuestra constitución, desgraciadamente no tiene el respaldo ciudadano; su nacimiento surge de una de sus dictaduras, la más extensa que ha experimentado el país. Es interesante recordar y revisar cómo se gestó esta carta magna. Sus contenidos en parte nacen del terror de que Chile cayese en un socialismo extremo, poco democrático, como al que parecía se dirigía el país durante el Gobierno del Presidente Allende. Surge así el rechazo a un estatismo que pueda generar a futuro un poder económico y político que conduzca a una transición hacia un régimen en que las minorías pueden manejar la sociedad y perpetuarse en el poder.
Se crea un Consejo de Estado con la finalidad de preparar la nueva constitución; se invita a los expresidentes de la República, Jorge Alessandri Rodríguez y Eduardo Frei Montalva, para ser integrantes de ese consejo. Frei Montalva no acepta la invitación, pero sí lo hace Alessandri Rodríguez, quien pasa a presidirlo. Se genera así una propuesta de nueva constitución, sin duda sesgada, la que finalmente es modificada por una minoría; se ha informado que eso molestó profundamente al ex Presidente Alessandri. Así surgen las bases para la nueva constitución de Chile, la que se lleva después a un cuestionado plebiscito, al que se le puede considerar incluso vergonzoso.
Hoy debe ser preocupante es el rechazo mayoritario de la sociedad chilena a los políticos, a los partidos políticos; debe inquietarnos la alta proporción de los ciudadanos que se marginan de la elección de sus representantes. Esa masa humana que no participa, frente a circunstancias especiales, frente a un caudillo que surja, puede generar grandes sorpresas. Delicado sería que en esos momentos apareciera una Asamblea Constituyente. Ésta debe establecerse en un período de relativa estabilidad.
Más adelante me extiendo algo más en estas ideas.
Sin duda fue malo que se buscara tan espuriamente una constitución después del derrocamiento del Gobierno de Allende, como también frente al inicio de un posible nuevo proceso revolucionarios, que descanse en un nuevo caudillo.
En mi opinión, una constitución nueva auténticamente democrática para el futuro de Chile debe descansar fundamentalmente de una Asamblea Constituyente, en la que las diferentes corrientes políticas e ideológicas elijan que las representen sus principales intelectuales, no sus políticos de turno.
Algunas críticas a la Constitución de 1980. Ésta establece una subsidiaridad del Estado llevada al extremo. Además de la constitución misma se establecen las llamadas leyes orgánicas constitucionales de muy difícil o casi imposible modificación, con un sistema electoral que permite que poco más de un tercio del electorado pueda lograr hasta más del 50% del poder legislativo.
Es una constitución que defiende fundamentalmente al capital privado, a la empresa privada, especialmente a la gran empresa y a la concentración empresarial y la del capital. Debilita a las organizaciones sociales, entre las que se destacan los sindicatos, los colegios profesionales. Ha sido el gran factor de la concentración de la riqueza y del poder económico. En gran parte responsable de una desigualdad abismante en la distribución del ingreso.
Se han debilitado o destruido organizaciones fundamentales como el sindicalismo y los colegios profesionales dejaron de tener el significado del pasado; ¿quién fiscaliza hoy el cumplimiento de la ética profesional? Se permitió o fomentó un paralelismo en las organizaciones sociales; dividir para reinar.
Se ha dañado profundamente la educación pública chilena, que era un orgullo nacional, desde la primaria (o básica) hasta la superior universitaria. Aparecen grandes desigualdades en la educación y en la salud. Colegios y Universidades con fines de lucro se desarrollan con impresionantes edificios, como también ,clínicas privadas de salud con grandiosas infraestructuras, mientras los hospitales, consultorios y postas se debaten muchos de ellos en críticas situaciones.
Se ha ido logrando cambios lamentables de mentalidad; el profesional universitario del pasado que había sido seleccionado por su potencialidad profesional futura, el sistema, lo podía formarse gratuitamente en los establecimientos públicos y así salía con un compromiso con la sociedad. Hoy se forman principalmente los que tienen recursos económicos o los que se lanzan en el riesgo de elevados endeudamientos de altos costos, mucho de los cuales cuando egresan deben pensar y actuar principalmente para captar recursos y aliviarse sus cargas deudoras.
El joven pierde su libertad de elegir la carrera deseada, ya que dependen muchos de ellos de los deseos de sus padres finansistas de su educación superios.
La universidad pública se debilita y debe cambiar su accionar para sobrevivir. Debe crear o mantener las carreras que le son lucrativas y abandonar las formaciones financieramente no rentables. Deben entrar a captar alumnos, ahora clientes, con gastos en publicidad y ver perder sus académicos que son atraídos por las universidades privadas con fines de lucro, que se expanden y publicitan incurriendo en grandes desembolsos de alta rentabilidad y que comprometen a la prensa a su favor, prensa que vende un avisaje impresionante en los momentos más críticos de las campañas publicitarias.
Pocos conocen la constitución que nos rige. Por algo extraño e increíble se ha eliminado de la educación media el ramo de Educación Cívica, que muchos recordamos con nostalgia y que somos seguramente los que más criticamos a la constitución actual. Parece que muy pocos quieren conocer la realidad de nuestra legislación básica y en especial de nuestra constitución. Recuerdo que no hace mucho en un viaje conversamos un grupo de personas entre los que estaba un distinguido juriconsulto y pregunté si alguien sabía cómo se reemplazaba al Presidente de la República si por cualquiera razón dejaba su cargo. Ninguno de nosotros lo sabíamos. Busqué en mi computador la constitución chilena y así nos enteramos que si el cargo quedaba vacante faltando menos de dos años para terminar el período el Congreso pleno en diez días debía designar al reemplazante por el período que faltaba; si la vacancia generaban dos años o más, debía llamarse a elección, también por el período faltante. Ninguno de los presidentes nombrados en reemplazo podía postular a la reelección. En la constitución anterior, siempre se llamaba a elección y por un período completo. Recuerdo los casos de los fallecimientos de Pedro Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos.
En un intercambio de ideas compartimos un par de nosotros que tal vez podría analizarse en la elección simultánea del Presidente y la de un Vicepresidente, que llenase el vacío presidencial dando continuidad a la política llevada por el antecesor hasta el término del período presidencial. Qué difícil parece ser que el Congreso pleno en 10 días designe a un presidente de Chile por hasta casi dos años. Habrá interés en importantes estadistas estar dispuestos a postular o aceptar designaciones por períodos tan cortos, sin derecho a una reelección.
Se puede apreciar que en la constitución existente prima la idea de la simultaneidad de la elección del Presidente de la República, de la Cámara de Diputados y de la mitad del Senado.
En mis actividades académicas docentes en la Universidad hice analizar las características económicas más importantes de la actual constitución. El tema es muy interesante; prima un enfoque monetarista y economicista neoliberal. Entre los temas que recuerdo están el que no permite que existan impuestos para fines específicos, salvo para casos regionales calificados; recuerdo que las universidades públicas tenían financiamientos por leyes especiales que les permitían ingresos autónomos y crecientes. Hoy pasan a depender sus debilitados financiamientos fiscales directos de la ley anual del Presupuesto Nacional; eso constituye sin dudas un ataque a la autonomía universitaria.
Al Banco Central constitucionalmente se le prohíbe prestar al Fisco salvo en caso de guerra o de peligro de guerra. Frente al último gran terremoto se me ocurrió plantear la posibilidad que en caso de catástrofe nacional el banco emisor pudiese prestar al Fisco; la declaración de catástrofe nacional pudiese ser propuesta por el Ejecutivo al Parlamento el que la debiera aprobar por una preestablecida mayoría, que podría ser más de la mitad de los parlamentarios en ejercicio.
Qué importante es una disposición de esa naturaleza para abordar una rápida reconstrucción, mientras se legisla para tener un financiamiento vía especialmente de impuestos y que la nueva legislación genere los ingresos necesarios. Qué tuvo que hacerse frente a esa realidad, a la necesidad de la reconstrucción; fue necesario reducir el gasto fiscal y especialmente en inversiones para el desarrollo en todo en territorio nacional.
Muchas más críticas pueden plantearse a la constitución actual; son sólo algunos aspectos que yo he planteado. Muchos otros podrían tener otras importantes observaciones.
Extraña la carencia de interés transversal para llegar a una constitución que sea el pilar básico de nuestra sociedad, de nuestra democracia. Es comprensible que en la Derecha chilena, gran favorecida con la actual democracia, no exista interés en que se llegue a una nueva constitución con el gran respaldo ciudadano. Pero no puede dejar de llamar la atención que importantes políticos de la Democracia Cristiana y del Socialismo chileno, sean contrarios a la gestación de una nueva constitución, que se obtenga a través de una Asamblea Constituyente y posiblemente con consulta posterior a la ciudadanía en los temas más controversiales.
Algunos plantean como argumento que es muy difícil políticamente lograrlo y que pasa a ser una utopía. Me viene a la memoria el proyecto de ley del entonces diputado Jorge Rogers Sotomayor, el de la cédula única que mucho tiempo durmió y que el Presidente Ibáñez lo resucitara. Su aprobación eliminó el cohecho en Chile y significó un cambio político notable; un gran avance en la democracia chilena. Los políticos estadistas debieran ser utópicos; no olvidar esos hermosos versos “lo que no logres hoy, quizás mañana lograrás, nunca en el breve término de un día madura el fruta ni la espina grana”
Soy abiertamente partidario de una Asamblea Constituyente, que ojalá se logre antes que el país caiga en una mayor crisis política, a la que parece acercarnos. El desprestigio de los partidos políticos y de los parlamentarios es preocupante. La fuerte abstención electoral también lo es. Qué puede pasar en Chile si surge un líder que arrastre a gran parte de ese electorado, hoy pasivo y desilusionado. Qué tipo de líder puede surgir; tenemos experiencias extranjeras preocupantes. Es muy probable que un líder con gran poder político inicial lleve adelante la iniciativa de una asamblea constituyente y que de ahí surja una nueva constitución posiblemente poco madura.
Tengo muy gratos recuerdos de cómo se gestó el Estatuto de la Universidad. de Chile, de fines de los años 60. Se estableció un Congreso transitorio triestamental, con amplia representación académica, más una representación estudiantil y la de los funcionarios no académicos. La representación académica era de tres orígenes, uno nacional, otro de sedes regionales y otro de facultados; yo tuve la oportunidad de ser uno de los representantes académicos de la sede de Santiago. Los alumnos y los funcionarios no académicos eran sólo de representación nacional. Fue una experiencia muy valiosa; se tenían dos grandes posiciones, una era la llamada Frente Universitario y la otra era la de la Izquierda, de la Unidad Popular. Cada corriente tenía su líder ideológico, grandes académicos, que periódicamente hacían sus presentaciones en sala.
El sistema establecido estaba basado en que lo que aprobaba el Congreso por amplia mayoría quedaba a firme y lo aprobado con baja mayoría iba a plebiscito con las dos posiciones de mayor apoyo. Era la que podríamos decir la base ciudadana universitaria la que se pronunciaba por la posición que quedaría en los estatutos.
Fue un proceso muy interesante. Hay mucho que recordar y comentar sobre los que se aprobó. Cabe especialmente mencionar la creación de las sedes regionales a cargo de un Vicerrector y cuatro sedes en Santiago, cada una con su vicerrector a la cabeza. Se fortaleció como idea básica al Departamento académico de la universidad y la permanencia de facultades, integradas básicamente por departamentos, existiendo además los departamentos de sede que atendían a varias facultades de la sede correspondiente. Se pretendía que cada sede llegase a ser lo que se podría llamar una universidad completa. La idea también se relacionaba la sede con un respectivo futuro campus universitario.
El Golpe Militar destruyó todo aquello, como también el financiamiento autónomo de la Universidad.
La constitución de hoy ha tenido algunas positivas modificaciones, pero la esencia misma de ella no ha cambiado. Se habla hoy de la Constitución del Presidente Ricardo Lagos, gracias a que durante su gobierno se tuviesen algunas importantes y lógicas modificaciones; las que pueden ser consideradas sólo marginales. Pero lo que el país y la democracia chilena requiere es una nueva constitución, que sea muy distinta de la actual; la solución no está en hacerles pequeñas modificaciones. Debe ser una totalmente nueva constitución.
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2 respuestas
Yo que tengo 43 años, fui niño en los 70 y adolescente en los 80 y joven en los 90, crecimos en censura, esperamos el arcoíris de la concertación que nunca llego, y esperamos el cambio que prometió la derecha que tampoco llego. Entonces cuando se siente que no se puede cambiar nada, llega la apatía y nos da lo mismo. Porque ya ni siquiera sentimos amargura sino una desilusión completa del sistema impuesto y ver que los mismos de siempre se reparten la torta.
30 de noviembre de 2012
Germán: Siempre hay que seguir luchando por los ideales. Algo se logra con el esfuerzo aunque sea de unos pocos. Cuando esos pocos empiezan a multiplicarse, aunque sea lentamente, eso va creando tarde o temprano las condiciones para un cambio útil para la sociedad. Atentamente. Rolando