Medicina natural, actualidad y economía

La obesidad y el sobrepeso es un serio problema que afecta a la sociedad chilena. Uno de los efectos más dañinos es sobre la salud de la población

Debilita el sistema inmunológico. Entre las enfermedades derivadas del sobrepeso y la obesidad están los cánceres.

Tema preocupante es que sea un mal que se va agravando. Para enfrentarlo debemos tener  una política nacional de Estado, que tenga una permanencia no afectada por los cambios de gobiernos, como se tuvo en nuestro país contra la desnutrición. Fue muy importante el trabajo del doctor Fernando Monckeberg que lo pudo realizar durante varios gobiernos.

Es muy importante tener un completo conocimiento del problema, de sus causas y sus consecuencias y hacer una amplia difusión de todo ello, como también establecer una política nacional multisectorial en la lucha contra ella.

Me ha llegado recientemente de un director de Conadecus (Corporación Nacional  de Consumidores y Usuario) un interesante artículo del médico Juan Carlos Said titulado “Las otras causas de la obesidad”.

Al final de este artículo presento una breve información sobre este profesional.

A continuación va el artículo:

 Las otras causas de la obesidad

La obesidad tiene un responsable y es la larga ausencia de políticas de salud coordinadas para enfrentar este problema. Llamados a comer mejor o mayor acceso a tratamientos para la obesidad son necesarios, pero no resolverán el problema si no nos hacemos cargo de las condiciones estructurales que lo determinan.

Son tantos los chilenos que tienen sobrepeso, que es más fácil contar a los que tienen el peso normal: sólo uno de cada cuatro.

Las cifras, además, siguen empeorando: pasamos de 64.4% de la población con sobrepeso/obesidad el 2006 a 74.4% el 2017 (Minsal). En adolescentes, 40% tiene un peso mayor al normal y sólo uno de cada cuatro no es sedentario.

El problema es tan grave, que la obesidad es, como factor de riesgo,es la tercera causa de muerte en Chile (www.healthdata.org).

No es de extrañar, entonces, que el fin de las clases de educación física obligatorias para alumnos de tercer y cuarto medio establecido por el Consejo Nacional de Educación haya desatado un vendaval de críticas al gobierno. Sin embargo, estas críticas son oportunistas y no reconocen el origen del problema.

El responsable de sacar las horas de educación física es el Consejo Nacional de Educación, un ente autónomo no dependiente del gobierno de turno, que deliberó acerca de esto durante la presidencia de Bachelet y tomó la decisión el 2018.

Pero la causa de la obesidad es otra.

La obesidad en Chile ha sido tradicionalmente simplificada y vista como un asunto individual, un problema  médico, donde una persona come más de lo que debería en relación con su actividad física. Eso, sin embargo, no  es una explicación, sino la constatación de algo obvio.

La verdadera pregunta es: ¿Por qué alguien come mucho? ¿Por qué hace poco ejercicio? 

La respuesta está en los llamados  “determinantes sociales de la salud” o las causas detrás de las causas de las enfermedades.

Estas causas son muchas: trabajos sedentarios, donde no hay acceso a alimentos saludables ni se promueve el ejercicio físico; horas destinadas a transporte, con chilenos que deben viajar hasta sesenta minutos en bus del trabajo a su casa, sin tener tiempo libre para hacer deporte; carencia de áreas verdes para entrenar; falta de dinero: 27% de la población no gana lo suficiente para pagar una canasta de alimentos saludables.

Sin embargo, el Estado no se hace cargo de ninguno de estos problemas y su respuesta históricamente ha sido descoordinada.

Hasta el 2017, el Metro de Santiago ofrecía descuentos para comer salchichas y hamburguesas en restaurantes de comida rápida. Existía, además, un beneficio  “dos por uno” en el mismo tipo de comida, por uso de la tarjeta BIP.

Más aún, hasta el año 2018 la Junaeb (Junta Nacional de Auxilio Escolar) permitía que sus tickets de comida fueran canjeados por alimentos perjudiciales para la salud. ¿Y el transporte? Chile debería evolucionar promoviendo transporte activo caminando o en bicicleta, pero las bicicletas públicas no existen. Un par de empresas privadas mantienen este servicio disponible sólo en comunas de más recursos. Las ciclovías brillan por su ausencia.

Por último, en términos de ingresos, miles de chilenos aún esperan el aumento en la pensión mínima, que les podría permitir comer alimentos más saludables.

La obesidad tiene un responsable y es la larga ausencia de políticas de salud coordinadas para enfrentar este  problema. Llamados a comer mejor o mayor acceso a tratamientos para la obesidad son necesarios, pero no  resolverán el problema si no nos hacemos  cargo de las condiciones estructurales que lo determinan.

Retomemos entonces las clases de educación física en tercero y cuarto medio, pero mejor aún, establezcamos una política interministerial coordinada para responder a esta enfermedad que, de lo contrario, sólo tiene un futuro: empeorar.

Juan Carlos Said Rojas

 

Tuve interés de informarme sobre este médico autor del artículo. Encontré en internet lo siguiente:

Juan Carlos Said Rojas es médico de la Universidad Católica y especialista en medicina interna de la Universidad de Chile. Su doble militancia la lleva en la sangre: es hijo de padre chileno y madre argentina.

Gracias a esto ha podido siempre empaparse de más de una verdad. Con el fin de ampliar su visión en gestión de la salud, realiza actualmente un máster en Salud Pública en Imperial College of London.

Minor en Filosofía y viajero empedernido, ha recorrido los 5 continentes buscando entender cómo funciona el mundo. Lector empedernido de literatura fantástica, también conocida como “historia”.

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Comentario de R. Chateauneuf

Sin duda este médico entrega interesante información, pero es un tema que debe analizarse más ampliamente.

Sin duda las dos causas más directas son la alimentación y el sedentarismo. Pero importante es considerar las causas de las causas y ello hacerlo en distintos estratos etáreos y socioeconómicos, como también regionalmente.

Uno se recuerda de niño cuán pocos gordos había en nuestros cursos; era común que tuviésemos un compañero con el  pseudónimo de “el gordo” o el “guatón”.

Eran años que mucho se jugaba en los recreos y antes de entrar a las primeras clases; se trataba de llegar temprano para jugar algunos minutos. Eran comunes los clubes de barrio y los desafíos entre calles. Pichangas a fines de semanas o en las tardes. Se jugaba en las calles hasta con pelotas de trapo. Existían potreros o plazas públicas donde se podía jugar. Muchos de esos espacios fueron desapareciendo.

Era común en los patios del colegio el juego “Al pillarse”, el salto a la cuerda, en las niñas el juego “Al luche”. En su época era típico el consumo del “membrillo escolar”, que en parte se consumía machacado. Era habitual caminar bastante para llegar al colegio. Casi no había trasporte escolar de la casa al establecimiento educacional.

Hoy el sedentarismo infantil y juvenil es alentado por la televisión y los celulares, por los juegos computacionales. Cuánto se juega con ellos. Qué decir con la comida chatarra; afortunadamente en torno a ellas ha habido avances importantes.

Falta financiamiento público para llevar adelante programas y campañas institucionales permanentes a favor de una mejor alimentación y de promoción de actividades físicas dentro de estas las deportivas de terreno no las de tribuna.

Distinguidos académicos han señalo lo importante que es que exista financiamiento público para esto y se evite la impresión de que la publicidad esté dirigida a favorecer los mercados de las grandes cadenas comerciales.

Poco se informa de las cuatro porciones diarias que deben consumirse de verduras y frutas crudas.

Qué importante fue la labor que llevó adelante la Universidad de Chile y en especial el INTA en la exitosa lucha contra la desnutrición infantil, qué importante integración se logró entre el accionar de Gobierno, con el de la Universidad de Chile y con el voluntariado especialmente femenino.

Eran momentos en que la Casa de Bello disponía de amplios recursos financieros proveniente de una legislación especial, eran tiempos de una docencia gratuita y de que la Universidad tenía recursos para investigación y extensión, para avanzar en materias consideradas de interés para la sociedad chilena.  Épocas en que los estudiantes de medicina terminaban sus carreras sin deudas, que iniciaba la mayoría de ello su trabajo profesional como médicos generales de zona, para después de varios años en terreno, poder gratuitamente obtener una especialidad, después de todo ello poder ejercer parcialmente la medicina privada que le generaba mayores ingresos. Las generaciones de profesionales con estudios gratuitos, en su mayoría egresaban comprometidos con la sociedad que les dio la oportunidad de llegar a ser profesionales. Hoy es muy distinto, los sistemas actuales conduce a profesionales en grado importante con otros valores.

Chile dispuso de profesionales en salud pública de cualidades extraordinarias, fuimos ejemplos en América Latina. Tuve la oportunidad en mis trabajos en el extranjero recibir el reconocimiento de no pocos médicos extranjeros que se perfeccionaron en Chile en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile.

Pasando a otro tema, sobre obesidad, qué poco se informa de la obesidad abdominal, de cómo medirla y los daños que ella genera.

Se sabe que dos alimentos son muy perjudiciales tanto por contribuir al sobrepeso como al desarrollo de los cánceres, me refiero a la azúcar refina y al pan hecho con harinas refinadas, a los llamados panes blancos; estos son alimentos de las células cancerígenas. Poco se informa del daño que ellos originan como también de los reemplazantes existentes, la azúcar cruda y el pan integral.

En el pasado consumían en Chile la llamada azúcar sindicato, que era importada para ser refinada en el país. Su precio era muy bajo; hoy aparece marginalmente la azúcar llamada rubia, que la elaboran a partir de la blanca a la que le agregan las consideradas impurezas.

IANSA por ejemplo debería a mi juicio producir azúcar cruda de remolacha, que se podría obtener a costo mucho más bajo, ya que se omite el proceso de refinación.

Muy conocida son en Colombia y Venezuela la llamada panela, que se obtiene en la agricultura campesina a partir del jugo de la caña de azúcar que lo concentran a fuego y se le amolda. Ese producto se encuentra en los mercados.

En Chile se está vendiendo cada vez más el pan integral, pero se lo hace más bien como producto suntuario a mayor precio que el pan blanco, a pesar de ser elaborado con harina integral que es de menor costo.

Es lástima que poco se informa de lo anteriormente expuesto.

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