Medicina natural, actualidad y economía

Preocupante la situación de la economía chilena, se ve asociada al agravamiento de problemas sociales y de delitos que al parecer se expanden y se agudizan en sus efectos

Se anuncia que el único país de América tendrá en el 2023 un decrecimiento económico. Se teme una seria recesión en la construcción.

He insistido en artículos anteriores sobre la necesidad de que se haga un profundo análisis de los graves problemas económicos y sociales que enfrenta el país, los que muestran agravamientos; además tratar de determinar sus causas tanto las inmediatas como las mediatas, es decir causas de las causas.

Junto a lo anterior, tratar de hacer una prognosis, es decir, estimar el futuro de los problemas si no se llevan adelantes nuevas medidas políticas.

Dos políticas más específicas las encuentro muy graves, son las de empleo de recursos humanos y la cambiaría.

Cómo se reduce el empleo formal junto a la expansión del informal, dentro del cual se hace sentir especialmente el empleo en la venta callejera, relacionada con el delito en diferentes aspectos. Desde luego con la pérdida de captación del IVA, la venta de productos robados, de entrados por contrabando, de falsificación de marcas y de otros provenientes de procesos delictivos como la venta de libros no provenientes de editoriales formales y por lo tanto de no pagos de derechos de autor. Incluso se advierte el peligro para la salud por la venta callejera de medicamentos

Pienso que es muy conveniente en Chile que se restablezca un sistema nacional de planificación indicativa, considerándola al nivel nacional, como también por sectores de las actividades económicas y sociales y por regiones geográficas; incluso se podría considerar por hoyas hidrográficas y llevarse ocasionalmente hasta microrregiones.

La planificación nacional no debiera constituir un Ministerio, como sucedió en otra época.

Podría ser conveniente que se tuviera permanentemente un plan nacional que podría ser por decenios, con fraccionamientos temporales como quinquenios o trienios.

Es importante que muchas políticas sean de Estado, de largo plazo, como por ejemplo las de relaciones exteriores. Posiblemente también otras sociales como las de educación y salud. Se planteen de largo plazo, con posibles modificaciones moderadas frente a cambios de Gobierno y a resultados de evaluaciones de las que se hayan tenido, que aconsejen fundados cambios.

Reitero que para Chile considero muy importantes dos políticas que en la realidad se puede decir que no existen. Estas son las de empleo de recursos humanos y la otra de políticas cambiarias. El tema cambiario es muy importante, parte importante de nuestra producción va a los mercados internacionales como también parte de nuestro consumo y bienes de inversión provienen del exterior.

Las hemos tenido en el pasado un par de políticas nacionales como fueron muy importantes; ellas fueron los sistemas nacionales de educación y de salud, actualmente bastante debilitados.

Quisiera ahora referirme a los de empleos de recursos humanos y a la política cambiaria que a mi juicio están seriamente afectando al país.

Se ha debilitado seriamente el empleo formal y cada día se observa la expansión del informal. Esto último bien se capta por el crecimiento del comercio callejero y de la delincuencia, que al parecer cada vez más genera empleo; más delitos se cometen y hasta se observa en la presencia de verdaderas empresas para la delincuencia, con recursos humanos calificados, importantes recursos financieros y perfeccionadas tecnologías.

Cabe preguntare, hasta dónde la falta de trabajo digno a la juventud de familias de bajos ingresos, la conducen a la droga. En poblaciones, cuántos jóvenes caen en la droga y se emplean en su distribución.

Es impresionante cómo se ha debilitado la industria manufacturera. En sus diferentes rubros.

Cabe destacar la metal mecánica, la textil, la del cuero y calzado, la de la confección hasta la de materiales para la construcción. Parece increíble que hasta importamos ropa usada.

Hay que analizar hasta donde el problema de la vivienda se ha ido agudizando con la desaparición de estas industrias manufactureras, muchas de ellas con buenos sindicatos, empresas que muchas de ellas facilitaban la disponibilidad de viviendas a sus empleados y obreros, cercanas a sus lugares de trabajo.

Mucho se habla de darle mayor valor agregado a nuestros productos de exportación, como el cobre y ya ni lo elaboramos para usarlo en Chile.

Debemos ver con preocupación cómo se cierran algunas industrias y los efectos negativos en muchas ciudades. Baste recordar el cierre de la fábrica Paños de Tomé y sus efectos en esa ciudad. Cómo se cerró la interesante planta fabricadora de conteiner refrigerados de San Antonio, producción tan importante para nuestras exportaciones de frutas, verduras y de productos del mar.

Sin duda es doloroso como han ido desapareciendo plantas elaboradoras de azúcar de remolacha, que tanta importancia han tenido para la economía de ciudades de tamaños intermedios y para las agriculturas regionales.

El Estado debiera preocuparse de generar empleo, ya sea apoyando a las empresas privadas o creando empleo para más obras públicas. Conviene recordar cómo el Gobierno Militar en periodos de recesión creó programas como el del Empleo Mínimo y del Empleo para Jefes Hogar y como ellos fueron desapareciendo a medida que se recuperaba la economía, a partir del cambio de modelo de desarrollo en los primeros años de los ochentas del siglo pasado.

El tema cambiario es muy importante. Tenemos la triste experiencia de tres años en que se congeló el valor del dólar. Otra negativa experiencia es la relación del valor de la divisa con el precio del cobre en los mercados internacionales. Sube el cobre, cae el dólar, se abaratan los productos importados y se daña gran parte de la economía nacional.

Felicidad en la minería del cobre en parte reducida del país; decadencia económica en la agricultura y la industria nacional en extensas regiones del país.

El país requiere de una política cambiaria, que mantenga el valor de la divisa a niveles que le convenga al país, mediante especialmente la compra y la venta de divisas por el Estado.

Reservas pueden usarse para la venta al mercado si el valor de la divisa sube a niveles anormales, como también emplearlas en el financiamiento de inversiones en su componente en moneda extranjera. Incluso podrían generarse préstamos al exterior o financiar préstamos a exportadores para colocar sus productos en mercado externos.

 Para lo anterior, la relativa estabilidad del valor de la divisa, se requiere una banda de precios para ella, la que debe mantener el Gobierno por diferentes medidas, una importante de ellas es con la compra o venta de divisas cuando se llega a los valores extremos.

Conviene tener presente, que cuando exportamos minerales, estamos vendiendo patrimonio, reducimos las reservas existentes.

Estos últimos años hemos tenido en Chile grandes variaciones del precio del dólar, lo que altera la economía. Su alza de los últimos años ha contribuido muy directamente a una fuerte inflación. Preocupante a mi juicio es que el Gobierno compre o venda divisas, sin considerar una política cambiaria. Recientemente el Gobierno ha decidido vender dólares en cantidades considerables, lo que se presta a que se disponga de información privilegiada.

Con estas ventas discriminadas, ha contribuido que baje el valor de la divisa. Me ha llamado la atención estos anuncios en vísperas de aprobarse probablemente un impuesto a los poseedores de altos patrimonios, medida que se teme aliente a trasladar patrimonios al extranjero.

El impuesto al patrimonio es una medida bastante discutible. Leyendo un interesante artículo sobre una entrevista al destacado economista chileno de prestigio internacional, Sebastián Edwards, publicado en El Mercurio del 29 de enero, me he informado de su argumentada opinión en contra del impuesto al patrimonio, que está promoviendo nuestro ministro de Hacienda, Mario Marcel.

Edwards expresa “El impuesto al  patrimonio es muy difícil de administrar. Es un impuesto intruso y fomenta el desahorro y la salida de capitales. Creará burocracia y recaudará casi nada”.

Me llamó la atención lo que manifiesta Edwards; él cree que Marcel no es partidario de este impuesto pero lo plantea como un elemento de negociación para conseguir otras fuentes de financiamiento. El impuesto a los más ricos es una medida en cierto sentido populista.

Personalmente soy contrario a un impuesto al patrimonio; lo considero que en cierto modo es una expropiación, sin indemnización.

Pienso en un nuevo artículo analizar un poco más este tema.

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