Me impresionaron los antecedentes de este distinguido periodista. Es profesor de educación primaria urbana de la Escuela Normal “José Abelardo Núñez” – de uno de esos establecimientos tan prestigiados como fueron las escuelas normales chilenas, ubicadas en diferentes lugares de nuestro territorio – y periodista titulado en la Universidad de Santiago de Chile. Hombre de palabras sencillas y de frases de profundo significado. Su currículo muestra una trayectoria extraordinaria. No sólo locutor de noticias sino que comentarista repentino, con valiosas cortas y muy atinentes intervenciones. Además qué importante es que sea académico de universidades públicas.
Hoy al oírlo me impactó lo que dijo, que gracias a que la educación era gratuita pudo llegar a obtener la carrera de profesor normalista. Eso me recordó de inmediato una charla que nos diera en los años 80 en el Instituto de Nutrición y Tecnología de la Alimentos de la Universidad de Chile, INTA, ese gran médico salubristas Benjamín Viel Vicuña, quien señalara que gracias a que la universidad era gratuita pudo estudiar medicina, él era hijo de una madre viuda.
Recuerdo que él señalaba la realidad de esos días en que los médicos se recibían con una elevada deuda que les impedía trabajar en el sector público, por sus bajas remuneraciones. La trayectoria del doctor Viel impresiona. Su aporte a la salud pública no sólo fue en Chile sino que también hizo contribuciones extraordinarias a la medicina mundial. Leyendo sus antecedentes se observa que estudió en el Instituto nacional, un liceo fiscal gratuito.
Pensemos un poco con algo de imaginación sobre qué profundo vacío hubieran dejado en la sociedad si esos dos distinguidos profesionales no hubiesen llegado a cursar sus carreras por no haber sido gratuitas.
Más adelante se analizan más estos temas.
La educación gratuita contribuye a que muchos profesionales se sientan comprometidos con la sociedad y no sólo se encaucen a obtener como sea al,tos ingresos. Las universidades gratuitas al igual que las escuelas y liceos con esa característica contribuyen, entre otros efectos a que a los alumnos y a los pacientes sean considerados como tales y no como ya se ha estado generalizando hoy en el trato como clientes. Este término ya se está utilizando sin mayores escrúpulos.
No estoy en contra de los establecimientos educacionales privados. Mis primeros estudios los hice en un liceo privado en la comuna de La Cisterna. Su nombre era Liceo Coeducacional de La Cisterna. Además en la comuna, en los años 30, la población era pequeña. Además de ese liceo mixto h privado había en esa comuna dos escuelas públicas, una de hombres y la otra de mujeres.
Mi primer establecimiento educacional me trae hasta hoy muy gratos recuerdos. Su Director, el señor Cortés, hombre alto, fachoso, culto y de personalidad firme, estoy cierto que no sólo perseguía utilidades; pienso que él se sentía orgulloso de su establecimiento; recuerdo con cariño a mi primera profesora, la señorita Anita. Más adelante a su hermana la señorita Mercedes. Recuerdo a apreciados maestros, entre los que memorizo al señor Serra. Era un colegio pobre, con cursos a veces de dos niveles simultáneos en una misma sala, ubicado en una casona grande y antigua. Qué positivos recuerdos dejó ese establecimiento en la comuna; llenaba un vacío enorme.
Hoy se habla mucho del lucro y se le critica; pienso que con razón cuando uno observa empresas más que privadas, empresas esencialmente capitalistas, que persiguen fundamentalmente la rentabilidad de las inversiones ,muchas veces de capitalistas, que muy poca relación tienen con el hacer de la empresa misma.
Recuerdo de esa época, un poco como analogía, a las llamadas entonces boticas, después más generalizadas como farmacias. Habitualmente eran empresas familiares, su farmacéutico o farmacéutica era el o la dueña. A veces trabajaban familiares, incluso hijos jóvenes en los ratos en que sus obligaciones estudiantiles se lo permitían. Con muy pocos empleados, los que seguramente recibían una remuneración fijas, quizás incluso participación. Uno sentía que esa farmacia era atendida por amigos, con el deseo de ayudar.
Eso se fue debilitando, aparecen las cadenas con ansias de ampliarse, comiéndose a estas valiosas empresillas de ayuda social y de supervivencia, para entrar a aprovechar las llamadas economías de escala. Nacen así varias cadenas que se van reforzando y luchando entre ellas a través especialmente de guerra de precios y la publicidad extrema, para de repente entrar en pactos temporales de paz y coludirse con sus precios. Donde la cadena que no lucha por ampliarse, sucumbe porque la otra se la come. Los empleados dejan de ser amigos de sus dueños y de sus clientes. Ya los dueños están allá, en las alturas y a ellos, los vendedores, sólo les llegan las metas de ventas, las amenazas de despidos si no las cumplen y las motivaciones para engañar al cliente vendiéndole productos más caros sobre los que obtienen comisiones comparativamente más altas, la llamada “canela”. Si actúan correctamente, no cumplirán las metas, recibirán remuneraciones indignas y posiblemente serán despedidos “por deslealtad a la empresa”. Me impresionaron las palabras que en este sentido pronunciara el alcalde Ossandón de Puente Alto, que destacaba este hecho en el último programa «Tolerancia cero»
No nos llevará con alguna razón a pretender que las farmacias también no persigan fines de lucro. No debiéramos tener farmacias que sólo sean de propiedad de profesionales farmacéuticos y que se integren para algunas funciones en sistema cooperativos. No podríamos pensar que racionalmente estas farmacias cubran el territorio nacional y que en algunas localidades estas farmacias sean del Estado o subvencionadas por éste.
Volviendo a lo de la educación. Reitero mi opinión de que ésta sea gratuita para el que lo solicite, incluso la universitaria. Las universidades del Estado deben ser financiadas por éste como era hasta que llegó el Gobierno Militar y se incorporó el neoliberalismo en forma bastante generalizada en la sociedad chilena. Los profesores universitarios no sólo deben hacer docencia sino que también participar en la investigación. Los cupos universitarios deben estar en función de los profesionales que el país necesita y que necesitará a futuro. Deberán crearse carreras nuevas cuando se vea que éstas se necesitan; no porque existan pocos postulantes deben cerrase carreras, si éstas se necesitan a futuro podrán establecerse cupos bajos para captar así a los que tienen mayor vocación y mejores calificaciones.
Fui académico de la Universidad de Chile por medio siglo; puede ver el cambio que se fue produciendo en ella a partir del Gobierno militar que le quitó un financiamiento específico que venía por ley y que era creciente a medidas que el país crecía económicamente. Era triste que la universidad se veía obligada a tener que cobrar aranceles los que tuvieron que ser cada vez mayores; todo ello para poder sobrevivir. Hubo años en que en términos reales se les aumentaban los aranceles los nuevos alumnos, no así a los antiguos.
La universidad tuvo que aumentar cupos para mejorar sus entradas, independiente de las necesidades nacionales de profesionales. Por otra parte las privadas de disimulados pero reales fines de lucro, ampliaron carreras de bajos costo, las llamadas de tiza y pizarrón, para captar ingresos, frente a la irresponsabilidad del Estado o más bien de la Nación de endeudar a los profesionales que en el futuro no tuviesen trabajos en sus campos profesionales.
Recuerdo que a lo menos una que a mi juicio era una promisoria carrera, tuvo que cerrarse porque el número de postulantes con sus aranceles no la podían financiar.
Reitero que se ha producido un gran daño a la sociedad chilena con el lucro y el autofinanciamiento en las carreras universitarias, en que los egresados salen con elevadas deudas y que los obliga a usar lucrativamente su profesión y a veces hasta faltando a una ética profesional que cada vez más se debilita. Sobre esto poco se ha comentado.